Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA con la herencia de una de las religiosas de las Hermanas de la Caridad, congregación que colaboraba con eficacia y abnegación en el cuidado de los enfermos; esta iglesia es el único edificio del hospital que aún existe, ya que éste fue demolido hace ya muchos años. El jefe del servicio era el Dr. Alejandro Carretón, profesor de Patología Médica de la Universidad de Chile, yo había sido su alumno en esa asignatura 5 años antes. Sus clases las hacía en la Escuela de Medicina ubicada en el mismo sitio de la actual, en la calle Independencia en un pabellón de un piso rodeado por hermosos jardines que lo separaban del imponente edificio de ésta, asis- tíamos a esas clases 3 veces por semana a las 6 y media df la tarde a lo largo de 2 años. El profesor dictaba la materia que abarcaba toda la Me- dicina Interna, era entonces un hombre joven, de aspecto distinguido, elegantemente vestido y de modales afables, serio sin terquedad, su expo- sición era clara, muy documentada, ilustrada por numerosas tablas, y con frecuentes citas de autores norteamericanos, lo que constituía una gran sorpresa para nosotros habituados a los textos de autores franceses o ale- manes. En su servicio en el hospital San Borja hacían su práctica de Me- dicina los internos que enviaba la Universidad. Con la llegada del profesor Carretón en 1928 ese hospital había recuperado su calidad docente que había perdido en 1920 al pasar al hospital del Salvador la Cátedra de Obstetricia que funcionaba ahí sin interrupción desde 1872. Muy poco antes de mi llegada al hospital San Borja el Dr. Rodolfo Armas Cruz, que tenía a su cargo una Cátedra de Patología Médica paralela a la del profesor Carretón la que funcionaba en el servicio de éste, obtuvo la jefatura de Medicina del hospital San Juan de Dios y en su siga se alejaron numerosos médicos que se sentían muy ligados a él. Ello significó un merma impor- tante que favoreció la incorporación posterior al servicio del profesor Carretón a los que ese año hacíamos el período de internado. El servicio al cual llegaba tenía mucho prestigio, en él el Dr. Luis Hervé había iniciado los estudios de electrocardiografía en Chile y yo recuerdo haber visto enmarcado en una pared el trazado del primer electrocardiograma hecho en el país. El Dr. Hervé obtuvo su título de Profesor Extraordinario de Patología Interna ese año (1942) y su inteligencia y simpatía atrajo a varios de mis compañeros, los que ya médicos se incorporaron al servicio bajo su dirección, entre ellos Roberto Pichard, con los años destacado cardió- logo; Osear Mackenney, electrocardiografista connotado; Fernando Du- rán, excelente internista; otros como Osear Peralta y pocos años después Emilio Amenábar se interesaron en Castroenterología siguiendo la esti- mulante dirección del Dr. Alberto Donoso Infante. Armando Conzález y yo hicimos el internado en la sala Purísima y luego en la sala San Juan bajo la tuición del Dr. Antonio del Solar Valenzuela, muy respetado ya a pesar de sujuventud por su experiencia ycriterio. El Dr. del Solar trabajaba también en las mañanas en la Asistencia Pública y llegaba todos los días a las 11 de la mañana a la sala Purísima, pasaba visita hasta la una y media 62

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