Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA La carrera de Medicina duraba siete años, como actualmente. Los estudios se distribuían en dos años de ramos básicos, uno de ramos pre- clínicos, tres de ramos clínicos, y uno de Internado intrahospitalario, pro- grama instaurado a comienzos del siglo, y que, en principio, perdura hasta hoy con algunas modificaciones, producto del avance científico, docente y económico social. En ese tiempo, el curso de primer año era numeroso, algo más de 200 alumnos, al cual se agregaban muchos repitentes. Se entraba a la Escuela sin selección, la que sólo comenzó tres años después para limitar el ingreso al primer año a 130 alumnos. Esta medida redujo considerablemente el número de repitentes, que se hizo insignificante. Las clases de los cursos de los dos primeros años se desarrollaban en los au- ditorios y en algunos laboratorios de la antigua Escuela, en la Avda. In- dependencia, construida en tiempos del Presidente Balmaceda para reem- plazar a los locales docentes situados en el antiguo hospital San Juan de Dios. La Escuela de 1888 tenía un bello pórtico de templo griego, tal vez en homenaje a Hipócrates. Fue destruida por un incendio en diciembre de 1948, y fue reconstruida lentamente en el mismo sitio, pero agrandada en los terrenos vecinos del hospital Universitario San Vicente de Paul, que estaba en demolición. Sus Servicios Docente-Asistenciales estaban siendo trasladados al nuevo hospital José Joaquín Aguirre, regido por la Univer- sidad, y que todos conocemos. En la antigua Escuela predominaba en la enseñanza la información teórica sobre los conocimientos adquiridos por prácticas personales. Había algunas excepciones, por ejemplo el aprendizaje de la Anatomía en los dos primeros años, con gran participación práctica de los alumnos. Se estimaba fundamental que conocieran muy bien el cuerpo humano, sitio de las enfermedades. Teníamos que efectuar 25 preparaciones o diseccio- nes personales en el primer año, y otras tantas en el segundo. En el Instituto de Anatomía, que todavía persiste, teníamos clases teóricas, rara vez con cadáveres presentes. Sin embargo, no faltaban en las amplias salas de disección para nuestro trabajo. Los instrumentos para disecar eran per- sonales, y los guardábamos,junto con nuestras disecciones en preparación. en casilleros con llave propia que se nos repartía para usarlos durante el año. Teníamos que disecar articulaciones, grupos musculares, trayectm arteriales, venosos o nerviosos, o también mostrar órganos en su ambiente. Debíamos presentar nuestra preparación a algún Ayudante de la Cátedra para que apreciara el trabajo efectuado. Nos hacía un interrogatorio para juzgar nuestro conocimiento de la región presentada, colocando una nota que serviría para autorizar el examen final del ramo. Los trabajos de anatomía se basaban en el célebre tratado del Prof. francés Testut, que estaba formado por cuatro gruesos volúmenes, llenos de descripciones ) figuras , y un volumen pequeño, llamado "el Testut chico" que era ur resumen sin figuras y en letra chica de los cuatro mayores. Actualmente y desde más de 30 años, los alumnos no saben de los libros de Testut. E 48

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