Huella y presencia [tomo I]

RECUERDOS DE LA VIDA ACADÉMICA DE MEDICINA Dr. Luis Heroé Lelievre PROt°ESOR EMÉRITO ME ES MUY GRATO DEJAR CONSTANCIA, en esta modesta exposición sobre recuerdos universitarios, que en el mes de abril recién pasado, he cumplido una estada de 67 años de permanencia en la Universidad de Chile, que conmemora sus 150 años de vida. Este largo período, me ha servido mucho, tanto para aprender la Medicina como para ejercerla y enseñarla. La labor universitaria, la atención de enfermos han sido para mí las actividades más apreciadas. Han acompañado mi armoniosa vida familiar, formada por mi esposa, dedicada a las letras y a la educación de nuestros cinco hijos, los cuales han sido todos alumnos y profesionales formados en la Univer- sidad de Chile. Uno de ellos es médico-cirujano, así como una de mis nietas, también formada en esta Casa de Estudios. Estas líneas sólo se referirán a algunos aspectos de mi convivencia en el ambiente Universitario de la Medicina, en los Centros Asistenciales y Científicos, sin desconocer la influencia de las medidas económico-sociales sobre mantención de la salud en la población. Todo ello influye en la actividad formativa y el ejercicio profesional de los médicos. Durante 80 años, la Universidad de Chile fue la única que enseñó a ejercer la Medicina en el país. Desde 1924, la están acompañando en esta tarea otras Universidades, primero la de Concepción, y posteriormente la Católica de Chile en 1930, la Austral de Vald ivia en 1970, Valparaíso y La Frontera de Temuco en 1981, y Los Andes en 1990, todavía en orga- nización. Las de Valparaíso y de La Frontera fueron dependientes de la Universidad de Chile hasta 198 1, fecha en que adquirieron su autonomía. Los programas de enseñanza de todas las nombradas, excepto la última, fueron supervisadas por la Universidad de Chile hasta 1981 , año en que quedaron en libertad de acción. Mi formación médica fue un tanto diferente de la que impera en nuestros días. Antes, como ahora, se persigue la formación de un médico generaldispuesto a perfeccionarse. Logré ingresar a la Escuela de Medicina de Santiago, en abril de 1925, fecha en que se iniciaban los cursos Uni- versitarios. Tres meses antes, había alcanzado, con los exámenes de rigor rendidos ante Comisiones de Profesores de Educación Secundaria, ubica- das en el Edificio de la Universidad de Chile, la calidad de Bachiller en Humanidades, condición indispensable para ingresar a la Escuela. La que ahora llamamos Prueba de Aptitud Académica, reemplazó al Bachillerato muchos años después. 47

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