Huella y presencia [tomo I]
Dr. RICARDO CRUZ-COKE entrenados en el uso de armas, lo que permitió el desarrollo de las luchas por la Independencia en las décadas posteriores. A pesar del gran progreso social y económico de la vida colonial, la comunidad médica era todavía muy pequeña comparada con esas grandes subculturas religiosa y militar que dominaban sin contrapeso a la sociedad chilena. Los escasos médicos importantes que disputaban los altos cargos de la Cátedra de Prima Medicina y la presidencia del Tribunal del Proto• medicato tenían sin embargo un cierto estatus de poder técnico frente al Gobernador y al Cabildo. Eran consultados por estas autoridades y debían dar informes sobre los problemas de la salud, desde las epidemias, hasta de las enfermedades, los medicamentos y las normas sanitarias de agua potable y aseo y limpieza de la ciudad. Los médicos estaban completamente subordinados a las autoridades. Eran autorizados a ejercer su profesión por el Cabildo, füando sus salarios y controlados sus desplazamientos den- tro del país y fuera de él. Por ejemplo, en 1791 el Dr. Llenes hubo de solicitar permiso al Cabildo para viajar a España. Más aún, en 1787 el Cabildo celebró varias sesiones el 29 de marzo, 22 de mayo y 28 de junio para dar autorización para inocular viruelas ; ordenar formar junta de médicos para control de viruelas; para aumentar dotación de Casa de Huérfanos y para juntar recursos para mejorar el funcionamiento del nuevo hospital San Borja. Con respecto a la Iglesia, los médicos eran controlados por la Inqui- sición en la lectura de los libros de Montesquieu y Rousseau. Pese a que las órdenes religiosas tenían sacerdotes médicos y frailes que ejercían la profesión sin tener título, también consultaban a los grandes médicos laicos. El Dr. Nevin y el Dr. Zambrano fueron médicos de los jesuitas antes de su expulsión. Así mismo el ejército y la marina española en Chile tenían suficientes cirujanos en sus ciudades fortalezas de Valdivia y Concepción. Los salarios de los médicos eran del orden de 150 pesos anuales y de los cirujanos sólo 80 pesos. Contrastaban estos bajos salarios con el sueldo del gobernador que alcanzaba los 10.000 pesos al año. El médico colonial "latino" clásico usaba un traje negro con una larga capa y golilla con guantes verdes. Circulaba a caballo y no podía llevar espada. Sus honorarios por visita simple eran 4 reales; visita a medianoche 1 peso; operación quirúrgica simple 2 pesos, pero una amputación costaba 4 pesos. Las visitas al campo se contaban a I peso la legua. Entre sus obligaciones debían asistir obligatoriamente a los enfermos a toda hora y dar noticias de un contagio. El castigo por no dar informe de contagio era de 30 días de cárcel. La visita médica consistía en entrar a la pieza del enfermo, escuchar la historia, tomar el pulso y recetar en latín. Se le pagaba al contado la moneda de 4 reales. Había juntas médicas, en que general- mente participaba el protomédico, aunque había un poco donde elegir, ya que los médicos practicantes de Santiago a fines del siglo XVIII no pasaban de cinco a siete disponibles para consultas privadas. La atención médica 41
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