Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA las dificultades en el control sanita rio d e las sucesivas epidemias de viruela que azotaron implacablemente al pueblo chileno hacia fines del siglo y comienzos de l nuevo. A fines del siglo xv111 la a ldea de Santiago ya se había transformado en una ciudad colonial española típica. En el censo de 1778 contó 24.3 18 habitantes y en 1802 tenía 2. 169 casas más 800 ranchos distribuidos en un centenar de amplias manzanas cuadradas. Se había extendido hacia el norte del río Mapocho en el barrio de la Chimba, que estaba comunicado por el gran puente de Cal y Canto. Hacia el oriente, estaban \os tajamares, y hacia el sur se había poblado más a llá del hospital San Juan de Dios. Hacia el oeste, Santiago se extendía ocho cuadras desde la plaza de Armas. Las calles eran rectas y empedradas en el centro. El alumbrado público comenzó en 1795 y desde 1789 había un acueducto subterráneo para. proveer agua potable a la pileta plaza de Armas. Pero lo que más destacaba eran los magníficos edificios públicos que se construyeron a lo largo del medio siglo, como la Casa de la Moneda, el Consulado, el Cabildo, los Tajamares, la Catedral, el Puente de Cal y Canto, el Templo de Santo Domingo, la Iglesia de la Merced, la Aduana y la Universidad. Como era de esperar, con el cambio de las tendencias socia les y viven- ciales de la época de la Ilustración, la influencia de la Iglesia Católica tuvo una gran decadencia, que se acentuó por la expulsión de los jesuitas en 1767. Sin embargo, a fin es del siglo, Chile seguía edificando iglesias y capillas y aumentando el número de sacerdotes. Sin contar a los jesuitas, los sacerdotes de las órdenes religiosas (franciscanos, agustinos, domini- canos, me rcedario yjuanded ianos) alcanzaban a 700 personas y las monjas a 350. El clero secular estaba compuesto por 220 sacerdotes en e l Obispado de Santiago y 90 en Concepción. Chile tenía 95 parroquias extendidas desde Copiapó a Chiloé. De este modo la cultura religiosa más que decu- plicaba en tamaño a l cuerpo médico formado por apenas dos docenas de profesionales trabajando en 1O hospitales . Con la decadencia del senti- miento religioso también disminuyó el poder de la Inquisición que sola- mente perseguía a los bígamos y a los hechiceros, pero amonestaba a los empedernidos lectores de los libros prohibidos de los filósofos y reforma- dores franceses e ingleses. Los últimos inquisidores fueron americanos: el argentino Pedro de T ula Bazan (1702-1775) y el chileno Juan J osé de los Ríos ( 1716- 1795) que actuaron moderadamente en e l ámbito teológico sin llegar a los extremos represivos alcanzados en el siglo anterior. Ningún médico fue condenado en esta época. En la segunda mitad del siglo xv111 la Guerra de Arauco declinó com- pletamente y el poderoso ejército veterano de 1.976 soldados se d edicó a mantener e l orden de la frontera y en el centro del país. Muchos médicos y cirujanos participaban en sus actividades. Al lado de este ejército profe- sional existían las milicias formadas por unos 15 mil hombres, que estaban 40

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