Huella y presencia [tomo I]
TE LLEVO DENTRO DE MÍ, QUERIDÍSIMA ESCUELA Prof. Dr. Claudia Costa Casaretto Q UIEROTRANSMITIR LAS VIVENCIAS de mi locajuventud (en un viejo como yo, caminando hacia los 78 años y sosteniendo más de 12 una hemiplejía derecha) exaltadas por los recuerdos de la Escuela de Medicina, fundada por el Presidente José Manuel Balmaceda el 14 de abril de 1889 e incen- diada el 2 de diciembre de 1948. En este mismo mes de 1930, después de haber aprobado mis exámenes de humanidades en el Liceo de Hombres de Iquique -a los 16 años- mis padres,Juan Costa yErnestina Casaretto, decidieron venirse a Santiago (por mar hasta Valparaíso) para que yo postulara a Medicina en la Uni- versidad de Chile, y mi hermana menor, María Mafalda, terminara sus estudios secundarios. lquique, desde algunos años, iba cayendo en el sub- desarrollo por la merma de las ventas internacionales del salitre natural, debido a la prosperidad del sintético extranjero. ¿Quién iba a pensar que, en sus buenos tiempos, a Iquique llegaba, después de estar en Santiago, las grandes compañías de espectáculos eu- ropeos? En el Teatro Municipal de Iquique vi a la Opera Rusa interpretar El Príncipe Igor de Alejandro Borodín, obra póstuma, completada por Rims- ki-Korsakov. Su estilo novedoso, sus lindos trajes, su interesante presen- tación y su extraño lenguaje, me produjeron una tremenda impresión, al punto de ponerme inmediatamente a ensayar una jerigonza incompren- sible, pero con intención imitativa. En casa estábamos acostumbrados a ir con nuestra madre a los espec- táculos de música italiana. Nos obligó, a mí, aprender violín, y a la Mafalda se le encargó un piano a Alemania, que costó 4.000 pesos fuertes de antaño. El recuerdo más antiguo que poseo es cuando mi padre, sosteniéndome en sus brazos, me dejó ver, entre una multitud inmensa que copaba la plaza Prat de Iquique, la figura del "León de Tarapacá", Arturo Alessandri Palma, que tronaba contra la oligarquía dominante, y luego, en diciembre de 1920, fue Presidente de la República. No olvido tampoco los incendios declarados ese día, mientras el "León" hablaba, en la parte alta de la ciudad. Se decía que sus enemigos los habían provocado para ahuyentar a la gente que estaba escuchándolo en la parte baja; pero nadie se movió. Llegados a esta ciudad nos alojamos en una pensión de la calle Castro de la Alameda de las Delicias. 27
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