Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA artes específicas- donde se ayuntan tenacidad y dedicación, generosidad y extraversión, y lo que es más notable, un aprecio por vivir la vida con la gente y hacerla factible para todo ser humano. Jorge Mardones en la mitad del siglo tenía ya una posición descollante. Había llegado a ocupar la cartera, que mantuvo entre 1950 y 1952, del Ministerio de Salud, Previsión y Asistencia Social, desde la secretaría de la Facultad de Medicina que desempeñó entre 1947 y 1950. Se había iniciado como ayudante al lado de Eduardo Cruz-Coke de donde pasó a desempeñarse como profesor en varias cátedras afines, de la 'universidad de Chile, y transformándose en el abanderado de la Farmacología, que venía de despegar como disciplina y a la cual Cruz-Coke lo enlazó para contribuir eficazmente, desde ese momento, a su desarrollo en el país. No inexplicablemente aparece así Jorge Mardones en la huella de la incursión sociopolítica de Cruz-Coke, e inscriben así, juntos, su recorrido por orga- nismos como el Seguro Obligatorio y el Consejo Nacional de Alimentación, donde se gestionaron y aplicaron planes trascendentes para el progreso y la consolidación de un sistema de salud pública que fue modelo y garantía de atención médica universal. El interés por el hombre y su servicio, cuando es una característica de la personalidad humana, no puede dejar de mostrarse, por cuanto por esencia no se satisface en lo contemplativo sino en la acción; y su efecto es multifacético. Jorge Mardones ha puesto en todos sus actos y en todas las áreas en que ha participado el matiz profundo de su interés por el individuo y por su grupo. Lo muestran así sus opciones ylogros, lo perciben sus compañeros y amigos, en ello se confían sus discípulos. Quienes lo han tenido o buscado como colaborador o consejero, Jo aprecian receptivo, intuitivo y generoso, capaz de captar lo medular tanto en un planteamiento científico como en un conflicto de conciencia o afectivo. Los que acuden a él pueden reconocer su solidez en su lenguaje de autoridad, no autori- tario; en su perseverancia, no porfía, en Jo que estima verdadero; en su apasionamiento por buscar lo que es demostrable, lo que es trascendente y lo que constituye progreso. Con tales rasgos, ¿cómo no reconocer en él un patriarca de nuestra Facultad? Si es uno de quienes se ha identificado más con su espíritu, no sólo cuando ha intervenido en la inspiración de su currículum o en la promoción explícita ~e normas universales para el convivir universitario, tales como la libertad de expresión, el pluralismo yla excelencia académica, que entiende como inseparables y de cuyo equilibrio depende la norma- lidad académica. También porque es refugio y bastión para muchos que en momentos críticos recurren a su sabiduría. Es que, de igual modo, en su vivencia personal ha habido una escuela de familia -queJorge Mardones extiende a su ámbito público-de seguro inculcada y propagada ancestralmente. 18

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