Huella y presencia [tomo I]

QUERIDA "ALMA MATER" María Rivera Soto SECCIÓN PUBLICACIONES FACULTAD DE MEDICl"IA Esta es la vida que me ha tocado vivir. ¡Treinta años como funcionaria de la Universidad de Chile! ¿Será posible? Treinta años en el mismo Servicio de la Facultad - la de Medicina-, en el mismo escritorio y casi en el mismo asiento. Treinta años haciendo el mismo recorrido desde mi hogar hasta la puerta de mi oficina. ¡Qué monótono, qué opaco, pero si esto no es vida, gritarán algunos! Sí, podría ser, pero ocurre que hay vidas y vidas. Siempre fui muy receptiva a los cambios intangibles de todas las ma- nifestaciones del pensamiento humanista, al que era muy afín, y tanto es así, que decirme por aquellos años que iba a ser parte del "Alma Mater" de mi tierra, fue para mí algo indescriptible. Ingresar a la Universidad como una de sus más modestas funcionarias me significó todo un privilegio. Pasé desde entonces a ser una observadora diminuta e inadvertida de un quehacer que tanto amaba ... "la modelación paciente del espíritu humano a través de las artes, las ciencias, la filosofía, el derecho, y tantas otras manifestaciones del saber". Como funcionaria he pasado por esta Casa -la Universidad- atisbando en sus rincones, urgando en ellos todo lo que nutriría su futuro desarrollo, y despidiendo todo aquello que fue y deja ya de ser para dormirse en las penumbras del recuerdo. He alertado mi oído para escuchar los múltiples crujidos de esta Casa que, aunque sólida, suele estremecerse cada cierto tiempo por crisis que como todo cuerpo viviente debe sufrir para manifestar que está vivo; porque la Uni- versidad es un cuerpo vivo, con necesidades, con exigencias, con energías, que camina, se desarrolla, madura, se enferma -a veces grave-, para renacer de sus propias cenizas y lanzarse a la búsqueda de nuevas glorias que la sustenten. Nada hay más estimulante que asentarse en un ambiente en que lo que se respira es creación, y la Universidad como fuente creadora es terreno propicio a la germinación de los más bellos pensamientos, los más nobles ideales, las investigaciones más asombrosas y las aventuras más increíbles, todo ello encaminado a enaltecer al hombre, a dignificarlo a través de los múltiples dones y capacidades con que fue creado. Cuando hablo de aventuras, es que pienso con emoción, y muy profunda, en esa verdadera gesta que nuestros inquietos estudiantes iniciaron por allá por los años cuarenta a cincuenta y que culminó con la creación de un revo- lucionario y avanzado Teatro Experimental, con un cuerpo de Ballet que fue orgullo en nuestra América y una Orquesta Sinfónica que no tardó 143

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