Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESEI\CIA escogido, con lo cual forma parte del mismo empeño del físico, del poeta, del político, por desentrañar el momento que vive el hombre y ayudarlo a hacer con más desenvoltura su trance por la historia. Para adquirir autoconciencia de dónde viene y hacia dónde va el fervor de un trabajo y no ser mera pieza gregaria de un grupo de individuos atados a una tarea, fuera de la cual su individualidad quedaría vacía, el médico necesita conocer disciplinas como la filosofía de la medicina, la filosofía de las ciencias, la historia de la medicina y la ética médica. Todas inciden en aventurarse a desentrañar cuál es el origen de la aspiración a conocer, a curar, a amar, y por qué ello se da de diversos 'modos a través de los tiempos. El médico debía saber que nosotros hemos avanzado mucho en el conocimiento y curación del cuerpo y de la psique, en relación con épocas pasadas, pero que ello está en íntima relación con la diversa con- cepción cultural que del hombre, la sociedad y el saber tenían los griegos, el Renacimiento, la Ilustración del siglo xv111, y la concebida en los últimos cincuenta años. El cuerpo humano investigado por los griegos no es el de Harvey, el de Virchow, el de los descubridores del ácido desoxirribonu- cleico y el código genético, pero de ninguna manera es que Hipócrates o Aristóteles fuesen menos inteligentes o astutos que Watson y Crick, ni que Osear Avery que fue quien estableció al ADN como molécula portadora de información genética. A este cambio en la concepción del cuerpo y de la mente, origen importante del actual rumbo de la investigación médica, han contribuido radicalmente y para citar a algunos nombres al azar, novelistas como Proust, Joyce, Kafka y Virginia Wolf, todos los grandes poetas y músicos del siglo xx, pintores como Picasso, Braque, Matisse, con su dislocación total de los cuerpos y los espacios y, por cierto, al unísono, sin necesidad de ponerse de acuerdo, los grandes maestros de las ciencias físicas, biológicas y psico- lógicas. Un supuesto cambio copernicano que ocurriese de nuevo en estos momentos en la concepción del cuerpo, de la vida, de la realidad en general, llevaría por cierto también a cambiar de nuevo nuestra actual línea de orientación en la investigación científica. Pues bien, entendemos por humanismo, no el mero ser versado en filosofía, literatura e historia, no el mero conocer a los autores clásicos, no ser entendido en las culturas de Grecia, Roma y épocas clásicas europeas, sino el darse cuenta desde qué profundidades viene el hecho de que el mundo en que vivimos sea como parece ser, que adora lo que adora, que aspire a lo que aspira, que conciba el destino del hombre tal como lo concibe, dentro de las numerosas variedades que ello admite. El huma- nismo busca dos cosas: conocer al hombre tal como lo perfila la propia época, contrastarlo con el conocimiento que tuvieron otras épocas, y con- ducir dicho humanismo hacia una humanización creciente del hombre, porque el hombre a diferencia de los animales es esencialmente inacabado, es un rudimento de especie, pero no una especie que nace ya conclusa; el 128

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