Huella y presencia [tomo I]
RASTROS Y ROSTROS DE LOS PREMIOS NACIONALES DE CIENCIA EN LA FACULTAD DE MEDICINA Dr. Eduardo Rosselot J. VIC:EIJECANO FAC:ULTAIJ 1>[ ~l[IJIC:INA El relato de experiencias e historias humanas ayuda al médico a cultivar la empatia y a conservar su apasionamiento. H. S~IRO A MANDA FULLER ha andado estos meses con una inquietud inusitada, tañendo en cada rincón y acechando en cada puerta, de sentirse respon- sable de revelar parte del rostro de la Universidad en sus 150 años. Se siente, como tantos otros bajo este alero, llamada a traslucir ydar testimonio del ser institucional, no tan sólo como un homenaje, sino como una opor- tunidad concreta de conocernos mejor y, a través de nosotros, asir el espíritu que impregna y se ha encarnado en esta alma mater de sesqui- centenaria existencia. De perseverante, me ha hecho dar una mirada al rastro de algunos que en la Facultad de Medicina han sido su refinado producto pero, a la vez egregios autores; simultáneamente, expresión de su fecundidad y ar- tífices de mucho de lo que ella ha poseído, es y promete; por ello, la nación les ha otorgado su reconocimiento como Premios de Ciencia: Danko Brncic (l 987), Gustavo Hoecker (l 989), Jorge Mardones ( l 977), Hermann Nie- meyer ( l 983). Pero, más que escudriñar sus obras y sus logros científicos, pese a que en ello se ha sustentado la mayor apreciación de la comunidad erudita nacional, nos ha interesado, particularmente, indagar su naturaleza en algunos de sus discípulos; en quienes han convivido y compartido con ellos su deambular en las aulas y los laboratorios, o aun entre quienes les han visto, si bien más de lejos, desde diferentes perspectivas. Es porque creemos que el hombre es más esencia que acción, que lo que produce y expresa al exterior de sí mismo es remembranza de su ser interior y éste se traduce mejor en la forma de relacionarse con otros que en la comprobación de sus logros concretos, aunque parezca que lo primero sea efímero y que sólo lo obrado deja huella perdurable. Puede parecer osado y pretencioso, por otra parte, ubicarlos en el nivel de la vivencia cotidiana; pero, a veces, es allí donde se hacen presentes los rasgos más profundos del hombre, los más genuinos, los que se trans- parentan en la experiencia y en los sentimientos compartidos, los que 15
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