Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA lógicas y funcionales humanas, que conociera todos los neurotrasmisores y el modo de intercomunicarse de las neuronas, que conociera a fondo las maneras de almacenamiento, producción y selección de mensajes, que manejase el cerebro de un modo infinitamente mejor que una computa- dora, etc., ese médico desde tales datos solos, no sabría nada respecto a cuál sería la vida íntima, la autoconciencia, los proyectos de existencia, del hombre resultante de dichas estructuras y funciones. El médico sabe que un déficit de serotonina, dopamina, noradrenalina facilitan el desencade- namiento de una depresión mayor, pero porque previamente, conocido ya el estado de ánimo de los depresivos, vio su correlación eón alteraciones en la producción y manejo de aquellas substancias, y no al revés. Ninguna etiqueta hay en los neurotrasmisores mencionados, en virtud del cual al verlos en un frasco - si se me permite una imagen un poco burda-, nos diga: éstos son la fuente de la alegría o de la tristeza. Además sabemos que sin subsanar las causas culturales, sociales, económicas o personales que provocaron el desencadenamiento del cuadro, difícilmente, a base del mero reponer las mermas de tales substancias, curaremos la depresión. Igual imagen valdría para la relación entre endorfinas y otros neurotras- misores y esquizofrenia. Hay una unidad casi indiscernible entre lo somá- tico y lo psíquico, de modo que ninguna conmoción psíquica positiva o negativa, por leve que sea, deja de resonar hasta en la última molécula somática y viceversa; sin embargo, carecemos de un código de traducción exacto en virtud del cual sepamos qué tipo de pensamientos precisos, imaginaciones, sentimientos, pulsiones, provocará tal o cual disturbio so- mático, e igual, ocurre al revés. Conocemos que determinados déficit o aberraciones genéticas provocarán algún día determinados males somáti- cos o psíquicos, pero cómo se va a expresar en tal o cual individuo, cómo lo va a afectar, evaluar, soportar y aceptar, no lo sabemos. El conocimiento de cómo se sufre una depresión, una esquizofrenia, un cáncer, una artritis, es personalísimo y de exclusivo dominio del médico si es capaz de com- prender en su ser más secreto el mundo íntimo de cada persona, mundo que es obra de la totalidad de su existencia y no de la suma de parcelas de su naturaleza. El hombre es a lo largo de su vida el desarrollo de una realidad integrada en la cual participan con igual denuedo, lo biológico, lo psíquico y lo cultural, sin primacías especiales, aun cuando en un momento dado resalte y se apodere del campo visible, más lo uno que lo otro. Karl Popper esclarece lo anterior introduciendo una célebre división tripartita en el ser humano, en el cual sería preciso distinguir tres mundos en íntima interacción: "Primero está el mundo físico... es a lo que deno- minaré 'Mundo l '. En segundo lugar está el mundo de los estados mentales, incluyendo entre ellos los estados de conciencia, las disposiciones psicoló- gicas y los estados inconscientes; es lo que denominaré 'Mundo 2' . Pero hay también un tercer mundo, el mundo de los contenidos del pensamiento 126

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