Huella y presencia [tomo I]

Dr. TULIO PIZZI trascendental en nuestras vidas. Después debíamos concurrir a recibir nuestro diploma de "Médico-Cirujano", en que prometíamos en grupo, y con poca solemnidad, respetar el juramento hipocrático. Ya éramos médicos. Después entrábamos a nuestra vida profesional, con todas sus vici- situdes, con sus problemas, sus fracasos, sus esperanzas y desiluciones. El torbellino insospechado de la vida que nos llevaba por distintos sen- deros. Pero esto ya es otra historia. La rápida y panorámica mirada hacia el pasado que he realizado en las líneas anteriores, me ha embargado de nostálgicas añoranzas. Acuden vívidas a mi memoria las imágenes de muchos de mis más recordados profesores y docentes. A algunos habré involuntariamente olvidado y quizá a otros los habré injusta o incompletamente "evaluado". Pido perdón por ello. No he incluido tampoco en esta resef!a a grupos destacadísimos de médicos que ejercieron la docencia en las otras Escuelas de Medicina del país, tales como Lipschutz, Herzog, Henckel, Grant Benavente y González Ginouvés en Concepción.Joaquín Luco, Croxatto, Vargas Fernández, Bal- maceda y Rencoret en la Universidad Católica. Max Westenhoeffer en el Servicio de Salud y tantos otros. Mi propósito ha sido solamente, reme- morar mis años de estudiante en mi querida Facultad y las vivencias que conservo del contacto directo con mis maestros. Tuve el privilegio de vivir una de las etapas más brillantes de la Medicina chilena. En efecto, un extraño fenómeno llevó a nuestra Medicina entre ios años 1°930 y 1960 a un sitial extraordinariamente destacado en el ámbito nacional e interna- cional. La historia la hacen los hombres, especialmente algunos hombres. Personalidades relevantes que saben en algún momento alzarse sobre la epigónica situación de épocas un tanto adormecidas y, removiendo las conciencias, son capaces de imprimir y señalar nuevos rumbos. Es lo que ocurre en el período que hemos reseñado. Surge toda una falange de hombres dotados. No sólo estaban ampliamente capacitados en el conoci- miento de las disciplinas que cultivaban con fervor, sino que se distinguie- ron por sus acendradas condiciones éticas y humanísticas y por su vocación de servicio público. Enseñan y forman discípulos con abnegada dedicación. Practican con eficiencia y dignidad su profesión. Se preocupan por la salud pública. Crean instituciones señeras de las Medicina Social. Son humanistas. Es una avalancha de intelectuales que arrasa antiguos esquemas y hacen posible lo que podríamos llamar "La época de oro" de la Medicina Chilena. Casi diríamos que es un milagro. Realizaron tanto con medios tan escasos que el hecho asombra y llama a preguntarse por las causas que lo hicieron 117

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