Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA moría tenía indudablemente un alto carácter formativo y numerosos apor- tes científicos derivaban de ellas. Para algunos, llegaba a ser la más impor- tante y, a veces, incluso, la única publicación en su vida profesional. En el Internado de Medicina, perfeccionábamos nuestra Semiología y la capacidad diagnóstica. Nos familiarizábamos con la terapéutica y con la confección de buenas fichas clínicas. En el Internado de Cirugía, reali- zábamos nuestras primeras operaciones y participábamos como ayudantes en muchas otras. En Obstetricia, debíamos completar un número mínimo de partos atendidos, lo que constituía una experiencia inolvidable. En Pediatría nos familiarizábamos con el peculiar modo de actuar frente a nuestros pequeños pacientes. Sufríamos con su dolor y teníamos una es- pecial dicha cuando sanaban. En las salas, veíamos en ellos, el importante impacto de la desnutrición y la pobreza y el dolor de las madres. Es duro ver sufrir y morir a un adulto. El sufrimiento de un niño es desgarrador. Por eso decidí no dedicarme a la Pediatría. Un episodio inolvidable durante el Internado era la rotación que de- bíamos realizar en una Posta de la Asistencia Pública, comprendiendo turnos nocturnos. Era esta una Medicina distinta de la hospitalaria, que nos sumergía en una impactante realidad. Nos dejaba grandes enseñanzas. Debíamos enfrentar todo el dramatismo de los accidentes, las heridas a bala y de arma blanca: las súbitas y casi siempre graves emergencias mé- dicas; una interminable serie de casos imprevistos y casi siempre graves. Había noches enteras en que sólo veíamos dolor, sufrimiento, angustia y muerte, ante lo cual debíamos tratar de actuar con eficiencia y rapidez. No había cabida para especulaciones o demoras. Todo era acelerado y tenso. Apreciábamos la eficiente colaboración de practicantes y enfermeros que, saturados de experiencia, casi siempre nos ayudaban a resolver mu- chas situaciones. Los médicos y cirujanos de las postas tenían una manera especial de actuar. Nos trataban generalmente con rigurosa disciplina y en realidad no cabía otra cosa. Vivíamos esas horas precipitadamente, enfrentándonos y teniendo que resolver situaciones difíciles en la mejor forma posible. La experiencia alcanzada era grande y se salvaban muchas vidas a pesar de la escasez de los recursos. Me correspondió realizar esta dura actividad en la antigua Posta N" 2, ubicada en la calle Maule, en el difícil y peligroso barrio Matadero. Hoy día dicha posta ya no existe. Fue cerrada hace ya varios años, pero su recuerdo permanece siempre vívido en mi memoria. Las pruebas prácticas y los exámenes finales nos obligaban a intenso estudio y a noches de vigilia para prepararnos adecuadamente. Todos deseábamos aprobar con "Distinción Máxima". Muchos lo conseguíamos, pero siempre a costa de un gran esfuerzo. Finalmente, llegábamos al exa- men de título realizado ante una imponente Comisión, presidida por el Decano en una suntuosa sala de la Casa Central Universitaria. Nuestro te- mor y emoción eran grandes, porque constituía un episodio obviamente 116

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