Huella y presencia [tomo I]

Dr. TULIO PIZZI la Escuela de Salubridad, anexa al Instituto Bacteriológico (hoy Instituto de Salud Pública) ubicado en un moderno y amplio edificio en las cercanías del Estadio Nacional. Dicha Escuela, alcanzó prontamente un merecido prestigio en el continente y contribuyó a formar un grupo de destacados profesionales dedicados a la Epidemiología y a la Medicina Preventiva. El profesor Vida! Oltra, ya seriamente enfermo, delegaba gran parte de la enseñanza de la Medicina Legal en sus ayudantes. Era escalofriante ver en las autopsias tanatológicas tanta violencia y sufrimiento. El deses- perado rictus facial de los suicidas, cuerpos desgarrados, acuchillados, degollados. Mujeresjóvenes y atractivas, víctimas de abortos sépticos. Toda la tragedia y la maldad humana reflejada en esos pobres cuerpos que debían ser descuartizados para precisar la causa exacta de la muerte. Una impresión especial me producían aquellos casos en que el cadáver nos era presentado inicialmente vestido. Me parece que era más impresionante ver a esos hombres y mujeres muertos, con sus pobres vestimentas ensan- grentadas o destrozadas , que observarlos ya en su fría desnudez. Esas prendas que ellos habían usado en su vida diaria , que les costaron dinero, que cuidaron y vistieron cada día; esos zapatos casi siempre gastados, me emocionaban, pues acentuaban el carácter humano del cadáver. Y pensaba: ese hombre o esa mujer en la mañana del día de su muerte, se vistió con sus pobres vestiduras, se colocó sus calcetines, medias y zapatos, tal vez deseando comprarse algún día otros más nuevos. Y salió a sus labores, a enfrentar la vida, encontró en cambio la muerte. Era una realidad distinta del cadáver desnudo de los hospitales , personas que habían sido cuidadas y tratadas y que murieron sin crueldad. La muerte súbita y violenta es la que más sobrecoge. Terminadas las especialidades entrábamos al período del Internado que incluía las cuatro grandes clínicas: Medicina Interna, Cirugía, Obste- tricia y Pediatría. Allí nos incorporábamos plenamente a la actividad clínica hospitalaria. Se nos asignaban enfermos, realizábamos turnos y asistíamos a reuniones clínicas y anatomopatológicas. Ahora adquiríamos responsa- bilidades y nos enfrentábamos directamente a la realidad médica; allí aprendíamos en verdad a ser médicos, a comportarnos como tales. Guiados por excelentes ayudantes y a través del contacto directo con el profesor, nos íbamos adentrando en el quehacer de nuestra profesión. En esa etapa era habitualmente cuando definíamos nuestra vocación y elegíamos laespecialidad que íbamos a ejercer posteriormente. En el mismo período debíamos elaborar nuestras Tesis de graduación, para lo cual con frecuencia retornábamos a las Cátedras básicas. Así, aprendíamos también a realizar una publicación científica, lo que requería bastante tiempo y cuidado. La Tesis o "Memoria" como la llamábamos, era rigurosamente evaluada por una comisión ad hoc ante la cual debía ser defendida por el candidato. En aquellos años, la Tesis debía ser publicada, lo que nos agre- gaba una demanda económica de cierta cuantía. La realización de la Me- 115

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