Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESE1'CIA Neurocirugía, anexo al hospital del Salvador y colindante con el también moderno hospital del Tórax. La Dermatología era impartida especialmente por el Dr. Prunés, que hacía todas sus clases con enfermos. Nos enseñaba, con fuerza didáctica y cierto grado de severidad, a distinguir las innumerables lesiones cutáneas , en base a una rigurosa semiología. Le colaboraba el inteligente y casi hiperquinético Dr. Hevia, a la sazón muy joven y de gran dinamismo, quien después de una brillante carrera docente continúa activo hasta hoy en el hospital Universitario. En el antiguo hospital San Luis, anexo al hospital Salvador y dedicado exclusivamente a la Dermat.pveneorología, enseñaba el profesor Jaramillo, también gran docente, pero al cual tuve poca ocasión de conocer. El Dr. Castro-Oliveira destacaba con relieves propios en la Cátedra de Otorrinolaringología. De noble y reposado aspecto, era un respetado do- cente y un destacado hombre público. La Tisiología era una especialidad importante, ya que en esa época la tuberculosis constituía un serio problema médico y social debido a la au- sencia de tratamientos efectivos y a la insuficiencia de recursos asistenciales. Muchos estudiantes de medicina contraían la enfermedad y debían ser sometidos a frecuentes sesiones de neumotórax o a la permanencia en prolongado reposo en distantes sanatorios donde la vida parecía transcu- rrir como en "La Montaña Mágica" de Thomas Mann. La Cátedra, era impartida, entre otros, por dos profesores destacados, no sólo en la Me- dicina, sino también en la actividad pública, como fueron el Dr. Orrego Puelma y Sótero del Río; este último ocupó el cargo de Ministro de Estado en varias oportunidades. Las clases de ambos eran sobrias y profundas. Orrego era un tanto inquieto y a veces apresurado en la dicción, pero simpático y accesible. Sótero del Río, por el contrario era pausado, de voz grave, de aire serio y pensativo. En Tisiocirugía-lo que ahora llamaríamos Cirugía Torácica- destacaba el profesor Alonso, más bien menudo, pero de clara inteligencia y de gran capacidad técnica y audacia operatoria. Existía también una Cátedra de Dietética y Nutrición, a cargo del Dr. Mardones Acosta, quien era también, a la sazón, Director de la Escuela de Medicina. De aspecto campechano, dictaba clases sencillas, entregando conceptos prácticos, matizados, a veces, con frases algo pintorescas. Era una personalidad curiosa que, provocaba, a veces, la sonrisa de los estu- diantes , por sus salidas un tanto fuera de lugar. Bajo una apariencia de severidad se ocultaba un hombre bondadoso y comprensivo. La Cátedra de Higiene era servida por el benemérito Dr. Lucio Cór- dova, ya de bastante edad. Se había quedado en el pasado. Leía sus clases en auditorios casi vacíos. Fue un pionero de la especialidad, pero ahora los años le pesaban. En forma paralela impartía la asignatura el joven e inteligente Hernán Urzúa, formado en las más avanzadas Escuelas de Estados Unidos.Junto con Hernán Romero, Eugenio Suárez yotros, fundó 114

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