Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA oculares y de otra índole. Criticado por algunos, hoy podríamos explicar muchos de sus éxitos, porque sabemos que los productos derivados del bacilo de Koch, que él utilizaba, pueden actuar como potentes estimulantes de respuestas inmunitarias. Tal vez algunos de sus resultados, incluso en remisiones de ciertos cánceres, puedan explicarse por este mecanismo. También eran grandes maestros de la Oftalmología, Espíldora y Ver- daguer, los que sin la brillantez oratoria de Charlín, eran excelentes di- dactas y destacados humanistas. En Urología había un grupo de excelentes profesores, que contribu- yeron a dar prestigio a la especialidad. Nombraremos ar Lobo-Onell, a Bisquert, a lbarra Loring y a Waldemar Coutts. Todos ellos eran grandes clínicos y expertos docentes. Lobo-Onell había colaborado en Francia con el Dr. Chabanier en la publicación de un excelente tratado de la especia- lidad. Me correspondió realizar el curso con el profesor Coutts. Alto, de aspecto atlético, era claro y preciso en la exposición y un destacado clínico. En el trato con los alumnos era cordial y comprensivo. Una de las especialidades que más nos atraía era la de Obstetricia. La impartía el profesor Monckeberg, en un amplio edificio frente a la calle Panteón, que hoy está destinado a la atención Oncológica. Las clases de Monckeberg eran elegantes y precisas y, a pesar que estaban casi literal- mente reproducidas en apuntes que circulaban año a año, agradaba asistir a ella por el carácter discursivo que le imprimía. El Auditorio de la Ma- ternidad era imponente, de estructura semicircular, tipo anfiteatro. En el frontispicio se encontraban inscritos en francés los siguientes versos: Nous entrerons dan la carriere quand nos ainees ny seront plus Nous' y trouverons leur poussiere et la trace de leur vertues Monckeberg era ceremonioso y espectacular. Hacía su entrada a la sala de clases por una puerta lateral , acompañado de un largo séquito de ayudantes. Siempre serio, nos infundía respeto y admiración. Insistía en los principios éticos y en la gran responsabilidad que asumía al obstetra que, como decía: "tenía en sus manos dos vidas". La pomposidad de sus clases estaba complementada por su vastísima cultura y por exquisitos y elegantes modales. Lo llamábamos cariñosamente "El Faraón" por el res- peto que nos imponía y por la espectacularidad de su presentación. La Ginecología era enseñada en forma sobria y severa por el profesor Wood. Extremadamente serio, cortante en su hablar, era un clínico pro- fundo, sistemático y analítico, que nos incu,lcaba un especial respeto por sus pacientes. Nunca lo vi sonreír. Otra atractiva especialidad era Pediatría. En esa época habían varios profesores que tenían sus propias Escuelas que rivalizaban dura, pero ll2

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