Huella y presencia [tomo I]

Dr. TULIO l'IZZI supuesto, al brillante Héctor Ducci. Alessandri era exigente y autoritario, pero al mismo tiempo comprensivo yjusto. Tenía una sana rivalidad aca- démica con el Dr. Armas Cruz y eran famosas las acaloradas discusiones que tenían lugar entre ambos en las sesiones de la Sociedad Médica, en esa época, ubicadas en la calle Merced. Las reuniones anatomoclínicas del Servicio del Dr. Alessandri, presididas por el patólogo Dr. Roberto Bara- hona eran de extraordinaria calidad. En el hospital San Vicente, la clínica médica estaba a cargo de González Cortés y de Prado-Tagle, ambos excelentes clínicos, docentes y hombres públicos. Impartían principalmente su enseñanza al lado de la cama del enfermo, en la mejor tradición de la Medicina francesa, con una fina habilidad semiológica y un claro criterio. Los veía desplazarse lentamente de cama en cama, rodeados de ayudantes y alumnos durante las visitas diarias, deteniéndose ante cada enfermo, examinándolos cuidadosamente, con dedicación y cariño y discutiendo, con claro raciocinio las posibilidades diagnósticas y terapéuticas. González-Cortés, siendo parlamentario, había contribuido a promulgar la visionaria Ley del Seguro Obrero Obligatorio. En el estudio de la Clínica Médica, además de los habituales apuntes, solíamos leer los grandes tratados de los autores alemanes Brugsch y Von Bergmann, así como el más reciente libro de Cecil,que reseñaba la dinámica y avanzada medicina norteamericana; sin embargo, muchos preferíamos los claros y didácticos textos franceses de la colección de los "Precis Me- dicaux". Leíamos con especial agrado la "Presse Medica!" y nos cautivaban las "Petites cliniques" de De Ramón, que nos enseñaban tan sabiamente a razonar clínicamente. Esperábamos también con ansia, la publicación de la excelente "Revista de la Sociedad Médica de Chile" y, ya más avanza- damente, los números del "Journal ofThe American Medica! Association" U.A.M.A.). Nos dedicábamos a estudiar; no había paros ni tomas de locales , ni huelgas. En Cirugía descollaban varios excelentes profesores. Félix de Amesti, alto, atlético, con calvicie incipiente, era un extraordinario cirujano, al tanto siempre de los últimos avances técnicos. Formaba equipo en el hos- pital del Salvador, con Hernán Alessandri. Por su parte, el Dr. Ítalo Ales- sandri colaboraba en la parte quirúrgica con Armas Cruz. De pequeña estatura tenía, además de su gran calidad como Cirujano, una particular viveza intelectual y eran famosas sus agudas réplicas o consejos. En el hospital San Vicente había dos grandes maestros de la cirugía: Vargas Salcedo, buen cirujano, concienzudo docente y destacado humanista y Álvaro Covarrubias, con similares atributos. En todas las especialidades, sin excepción, existían distinguidos pro- fesores. En oftalmología, por ejemplo, destacaba la figura del Dr. Charlín. Aparte de excelente y ameno docente era un gran humanista. Preconizaba el empleo de la tuberculina para el tratamiento de una serie de afecciones 111

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