Huella y presencia [tomo I]
HUELLA Y PRESENCIA el azulejo que estaba ligeramente suelto para que el golpe resonara más fuerte). Sus clases no eran siempre abarcantes o exhautivas, en cuanto a la cantidad de materia tratada, pero eran de aquellas que no se olvidan, porque sabía fijar conceptos y crear inquietudes. Tenía la virtud de entu- siasmar con su palabra que nos hacía ver la ciencia con un cierto dejo poético y soñador, complementada con su inquieta brillantez científica. Sumergido en una campaña político-eleccionaria, se dio tiempo, sin em- bargo, para recuperar clases perdidas, en horario nocturno, que nos dictó en auditorios de la Casa Central Universitaria. No sólo en la Cátedra y en la investigación, sino también la actividad cívica, destacó pór su sobresa- liente personalidad, alcanzando destacadas distinciones. Entre sus logros señeros debe señalarse su visionaria y benéfica ley de Medicina Preventiva dictada el año 1948. Como ramos preclínicos, teníamos en tercer año, la Microbiología, denominada entonces Bacteriología. Estaba a cargo del profesor Vaccaro. Sus clases, que se realizaban en un auditorio en el costado norponiente del primer patio de la Escuela nos parecían un tanto tediosas y prolongadas, aunque eran, en realidad, profundas y documentadas. Como ayudantes disponía de una pléyade de jóvenes brillantes, muchos de los cuales alcan- zaron, más tarde, destacada figuración en la Salud Pública y en la Clínica. Basta enumerar a nombres tan distinguidos como A. Horwitz, Meneghello, Hernán Azúa, R. Krajlevic, Perroni y Héctor Ducci (este último prematu- ramente fallecido en plena carrera clínica ascendente). En Parasitología, el profesor Noé ocupado, entre otras cosas, en la campaña antimalárica del Norte de Chile, delegaba gran parte de la docencia en el profesor Neghme y en J. Faiguenbaum. Las actividades prácticas de esta asignatura eran un modelo de organización e incluía un selecto material de demos- tración. Paralelamente a estas Cátedras existía, en tercer año, la asignatura de Patología General a cargo del profesor Larraguibel. De estatura más bien baja, tenía una apostura elegante de aspecto digno. Vestido siempre im- pecablemente, con anteojos de marcos dorados, llevando con frecuencia una flor en el ojal y con su cabellera ligeramente entrecana, peinada hacia atrás, tenía la imagen de un gran señor y de un Decano, cargo que en realidad ocupaba. Era, la imagen prototípica de un Decano de Medicina. De hablar pausado y cuidadoso, disertaba en sus clases teóricas sobre la patología de las diversas enfermedades, de manera atildada y con mesura. Después de su retiro, la Cátedra se transformó por influjo deJosé Donoso, Egaña, Talesnick, Gunther y Douglas en una asignatura esencialmente experimental, con el nombre, tal vez poco apropiado de Fisiopatología, perdiéndose ese carácter de visión panorámica y global que le imprimía Larraguibel. La Farmacología era enseñada paralelamente por el Dr. Van Eweyk, Privatdozent de la Universidad de Berlín, ordenado y erudito; de hablar 106
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