Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 95 todos los faxes despachaban. Yo nunca había visto efervescencia igual y era, de alguna manera ahí, el jefe del buque informativo. Entonces, se me acercó Canelo, con esa cara sonriente y moviendo los bigotes escalenos o isósceles y me entregó su crónica para ser distribuida entre los periodistas del mundo: Título: AQUÍ NO HA PASADO NADA Texto: No hay (porque no ha pasado nada). Por Enrique Canelo Córdova, Enviado Especial a APEC 2004 Miré alrededor. No sé si sonreí o me enojé. O ambas reacciones, que sería lo obvio. Y, por supuesto, no me atreví a introducirlas en los teletipos que abrazaban a todos los continentes ni mucho me- nos a que ello fuera la crónica oficial del Departamento de Comu- nicaciones de la APEC 2004. Pero Canelo tenía razón. Hoy, a once años de aquella APEC, las cuestiones no han cambiado mucho. Mejor dicho, nada. Tal cual. Y lo había manifestado aquella libertad absolutamente irresponsa- ble de Enrique Canelo. Eso sí, en el momento impreciso. No mu- chas personas lo saben y que me perdone ahora Rose Marie Grae- pp, nuestra jefa máxima en Comunicaciones de aquella APEC: no hubo crónica, Rosa. Y no te enojes. Brindemos, mejor. Es que Canelo era como los periodistas de antes. Como lo fuimos varios y cómo nos gustaría que las generaciones futuras (las pre- sentes, digamos) fueran también así. Nunca supe si Canelo tuvo celular y, si lo hubiera tenido, no lo cambiaría cada tres meses ni andaría tras el aparato último modelo. Es que a Canelo las cosas nunca le fueron fáciles y por eso valoraba cada instante. Como la amistad, bello ejemplo. Conservaba los datos de sus amigos para siempre. Era, a propósito, amigo del zapatero remendón de su ba- rrio (y vivió en tantos barrios, remendó tanto sus zapatos anda- rines). Por otra parte, Canelo (le gustaba que lo llamaran Canelo, no Enrique ni “guatón”) fue un tenaz defensor de la identidad de país, de la personalidad llana y abierta de su gente y que parece que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando. Le gustaba el recuerdo imperecedero del pasado común y corriente, la anécdota ef ímera y total. Era amigo fiel de la moral que a veces se desecha si de ganar dinero se trata. Canelo, en cuatro palabras, era de los buenos. Y, como tal, la biograf ía de este colega nuestro que también pudo ser músico percusionista, humorista de irónica chispa espontánea en el momento exacto pero que, sobre todo fue un dedicado trabajador de la palabra periodística amén de gozador de las noches capitalinas, no es una biograf ía fácil. En todo caso, comencemos con la verdad oficial, un poco de formalidad biográ- fica, aunque Canelo diría “para qué”. Así supimos de su despedida: (Radio Universidad de Chile, 1 de agosto de 2014). Tras una larga enfermedad, falleció en Santiago el destacado periodista, Enrique Canelo Córdova (68), quien durante su carrera profesional realizó un valioso aporte al desarrollo de la actividad informativa, traba- jando en importantes medios nacionales e internacionales. Nacido en Santiago, estudió Periodismo en la Universidad de Chile, donde se graduó hacia fines de la década de los 60, iniciando su carrera laboral en el Canal 9 de TV y Radio Portales, para luego desem- peñarse en la agencia de noticias United Press International (UPI) y en medios de circulación nacional como La Nación, Las Ultimas Noticias (LUN) y el Diario Financiero, donde participó como uno de sus periodistas fundadores. También fue colaborador columnista del diario electrónico de Radio Universidad de Chile. Ya jubilado oficialmente, continuó su actividad profesional trabajando en Co- municaciones del Servicio Nacional de laMujer (Sernam). Sus fune- rales se realizaron en el Cementerio General, hasta donde concurrió más de un centenar de amigos, colegas y familiares, que le brinda- ron un sentido y cariñoso último adiós. Último adiós que no es verdad porque por ahí anda Canelo, tan presente como siempre. “Cuando jugábamos a la trascendencia” Gracias a la memoria, la acuciosidad reporteril entregada y el sen- timiento de amistad del periodista Gustavo González, vaya este tronco central con multifacéticos datos de los inicios de Canelo y, párrafo a párrafo, de casi toda su vida. Canelo era un joven travieso común y corriente que egresó del Li- ceo 7 de Hombres de Ñuñoa José Toribio Medina. Luego, ingresó

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