Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 93 directores y actores de Hollywood. Cubrió la Guerra de Las Malvi- nas y se refugió en su amada Cartagena. Fue periodista, intelectual, aficionado a la pintura, aventurero, sa- gaz y amante de Cartagena, pero por sobre todo un hombre senci- llo y de buen corazón. Muchos no sabían que este hombre de boina española que cami- naba tranquilo y seguro por las calles cartageninas era un cofre henchido de experiencias, historias y grandes triunfos, terminó el diario El Litoral en su semblanza. El recuerdo de su viuda Angélica Sáez, la primera esposa de José Miguel y madre de sus únicos hijos, compartió con él sus años en Londres, donde desem- peñó su labor profesional más prolífica, porque mostró su versati- lidad para abordar una amplia variedad de temas, desde el deporte hasta la alta política y el espectáculo. Angélica, residente actualmente en Viña del Mar, narró un frag- mento de esa experiencia: De las entrevistas que más recuerdo fue la que le hizo a Yoko Ono, la viuda de John Lennon. Fue una conversación muy larga y relajada y, casi al final, Yoko le prometió a JoséMiguel que vendría a Chile y, por supuesto, a Cartagena. Lomismo con Glenda Jackson, vecina del ba- rrio de Greenwich, y a Ed Easner, en un reportaje para Playboy. Con Julie Christie, la inolvidable actriz de Doctor Zhivago, la en- trevista fue tan amena y entretenida que hablaron de lo humano y lo divino. Ella le comentó que era vegetariana y, por supuesto, José Miguel la invitó a casa a comer nuestra comida muy chilena, el pas- tel de choclos (sin la carne) y un paté de huevos de pescados, que a Julie le encantó tanto que llamó varias veces para pedir la receta. La entrevista que lo dejo nervioso fue al Doctor Wilson, creador de la Oveja Dolly. La conversación se realizo por teléfono y, en- tre tantas preguntas, lo comparó con los experimentos del médi- co nazi Joseph Mengele. El doctor Wilson casi le corta la comu- nicación, muy molesto le dijo que él era judío y que no aceptaba esta comparación. Fueron muchos los reportajes. Basta recordar que José Miguel era corresponsal de todas las revistas de la Editorial Atlántida de Bue- nos Aires, Gente, Para Ti, Somos, El Gráfico. Colaboró también con Manchete de Brasil y Cosas de Chile. Uno de los acontecimientos que más recuerdo fue la cobertura que hizo para el canal 13 de México de la boda de Diana con el Príncipe Carlos. Nos fuimos toda la familia a Gales a la presenta- ción de Diana como Princesa de Gales. Fueron tres días muy en- tretenidos y José Miguel mandaba sus despachos a México desde teléfonos públicos en cada pueblito de la campiña británica. Para El Gráfico las notas eran desde el tenis en Wimbledon hasta los grandes premios de Fórmula Uno, pasando por el seguimiento de los astros del fútbol argentino, como Osvaldo Ardiles y Julio Cé- sar Villa, de los que José Miguel se hizo grandes amigos. Una de las anécdotas más bonitas fue el vínculo profesional que estableció con el desaparecido piloto brasileño, Ayrton Senna. Senna llegó muy joven a Europa y le pidió a José Miguel que le sa- cara fotos a su flamante auto de fórmula uno, con el que pretendía obtener los primeros triunfos que lo catapultaran a la fama en la categoría estrella del automovilismo. El corresponsal chileno accedió de inmediato fotografiar al auto “branco” de Senna. Cuando éste pretendió pagarle sus servicios, José Miguel le respondió: “no me debes nada, pero cuando seas famoso quiero que la primera entrevista exclusiva me la concedas a mi”. El que sería uno de los máximos ídolos del deporte brasileño cum- plió su palabra y Zambrano se luciría con una las primeras grandes entrevistas al piloto de Fórmula Uno.

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