Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 89 “Llamá al chileno… Estoy seguro que lo consigue…“ La adrenalina estaba en su punto más alto porque era la hora de cie- rre (dead line) del entonces popular semanario, una verdadera bi- blia del deporte para los latinoamericanos hasta la década de los 90. Carlos “Lole” Reuteman venía de ganar, de manera brillante, el Gran Premio de Fórmula Uno en el circuito de Brands Hatch, en el distrito de Kent, y la instrucción del editor de El Gráfico, Osvaldo Orcasitas, era perentoria para que ubicaran en Londres a José Mi- guel Zambrano, el corresponsal chileno de las revistas de editorial Atlántida, donde se publicaba El Gráfico. ¡Y qué mejor relajo de esos calientes meses que invitarme a jugar una pichanga en uno de los amplios parques cercanos a su residen- cia en Londres, para compartir con residentes de varias nacionali- dades latinoamericanas” De mariscador a corresponsal en Europa Por Luz María de la Vega La vida de José Miguel en la Escuela de Periodismo de la Universi- dad de Chile estuvo unida a un velo de misterio y a su halo de con- quistador. Tenía un imán especial con las mujeres. Quizás porque siempre estaba contando alguna anécdota, quizás por sus profun- dos ojos azules y su espontánea sonrisa alba. Venía de Cartagena y se decía que su padre era pescador y él buzo. Su atlético porte hacía pensar que esto era una realidad; sin embar- go, años más tarde supimos que su padre era funcionario munici- pal y José Miguel se dedicaba a mariscar sólo por afición. Era tan amigo de sus amigos, como mi propio novio de entonces, Patricio Muñoz Madariaga, otro de nuestros compañeros. Por ello no fue extraño que se frecuentaran constantemente y que termina- ra alojando en su casa, como Jorge Uribe, Enrique Canelo y Federi- co Gana, éste de un curso superior. Los unía además la pasión por la política. Eran del mismo bando, y no era extraño que se quedaran en el legendario restaurant Il Bos- co hasta la madrugada, discutiendo el tema del momento. En más de alguna ocasión llegaron a dar pruebas directamente desde ese establecimiento a las aulas de Los Aromos con Máximo Jeria. Un día supe que se había ido al exilio, lo mismo que le aconsejaron todos a Patricio que hiciera, y que él con testarudez se negó a hacer, “porque nadie lo iba a echar de su país” , decía Patricio sin dimen- sionar el peligro de sus palabras. Londres fue una buena plaza para JoséMiguel. Pese a las dificultades del idioma y la tristeza del exilio, logró poder subsistir con su mujer y sus hijos. Fue tanta su incorporación al medio que terminó sien- Orcasitas conocía bien a Zambrano porque semanalmente requería de sus servicios para seguir a los deportistas argentinos que triunfa- ban en el viejo continente. José Miguel era pieza clave de las princi- pales revistas de la editorial, como El Gráfico, Gente y Somos, pero también de otras publicaciones del continente y de España. Sumultifacéticoprofesionalismo le permitía manejarse desde los ám- bitos de la realeza hasta los de la política, el deporte y el espectáculo. Me reencontré con José Miguel en Londres en el verano de 1982, cuando ya había terminado la Guerra de las Malvinas, y de boca de él supe lo fundamental que había sido como corresponsal para las publicaciones argentinas, una de las cuales lo envió a las lejanas islas en el Atlántico Sur en las cruciales semanas previas al inicio del conflicto, el 1 de mayo de 1982. Histórica foto en Cartagena de parte del curso de la Generación Mario Planet. Año 1966. José Miguel Zambrano, anfitrión del encuentro, aparece en pri- mera fila con el torso desnudo.
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