Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

74 Sin embargo fue el propio Jorge quien gatilló una singular acción unitaria de todos los grupos de izquierda hacia fines de 1967. Un paro de la Central Única de Trabajadores en noviembre de ese año culminó con siete muertos. Hicimos un diario mural en el hall de Periodismo sobre “Los crímenes del gobierno de Eduardo Frei Montalva”, en que se recordaba además la represión en marzo de 1966 de la huelga de mineros de El Salvador con un resultado de ocho muertos y 60 heridos. René Divin y Enrique Bruna, estudiantes democratacristianos de Periodismo, fueron sorprendidos destruyendo el diario mural por Jorge Silva, quien de inmediato corrió a buscar apoyo en el vecino Pedagógico. Llegaron comunistas, socialistas y miristas y se armó una gran gresca. Divin y Bruna huyeron por una calle aledaña y trataron de intimidar con un arma de fuego al grupo que los per- seguía. En un acto temerario, Jorge avanzó y los desafió a disparar. No se atrevieron y siguieron huyendo hasta que sus perseguidores les dieron alcance, los golpearon y llevaron, bastante maltrechos, hasta la sede del Centro de Estudiantes del Pedagógico como vir- tuales prisioneros. Se constituyó allí una especie de tribunal popular. Yo militaba en- tonces en la Juventud Comunista y era secretario general del Cen- tro de Estudiantes de Periodismo. En esa condición les tomé a am- bos extensas declaraciones que transcribí casi textuales. Divin y Bruna fueron liberados algunas horas después tras una suerte de negociación entre la policía civil y las autoridades de la Facultad de Filosof ía y Educación. La Universidad de Chile abrió un sumario y designó como fiscal a un joven profesor de Leyes llamado Ricardo Lagos Escobar. Comparecí ante él y además de prestar declaración como testigo de los hechos le di copia de las declaraciones. Divin y Bruna fueron expulsados de la universidad. Jorge Silva se mostraba ya entonces como impulsivo y hasta des- controlado. Pero al mismo tiempo se distinguía por sus inquietudes intelectuales. Lo recuerdo como un gran lector en aquellos años de Julio Cortázar. En las trasnochadas interminables con Eduar- do Marín, Guillermo Torres, Enrique Canelo y Rolando Gabrie- lli disertaba hasta el cansancio sobre la estructura jazzística de El perseguidor . Arrendaba una pequeña pieza donde tenía como su bien más preciado un tocadiscos portátil. Allí nos hacía escuchar a Charlie Parker o a Coltrane mientras se explayaba sobre la secuen- cia tema-improvisación, característica del jazz que Cortázar llevó al relato escrito. (Una secuencia, sabría yo más tarde, que también es propia del son y de la salsa, pero esa es otra historia…). Fuimos una buena pandilla de bohemios universitarios. Eduardo Marín, nuestro compañero colombiano, gran bebedor y bailarín, pero siempre compuesto y profundo, desarrolló un gran aprecio por Jorge, al punto que le puso ese nombre a su hijo nacido en 1970, cuando el Chico Silva estaba recluido en la Penitenciaria. El asalto al Portofino Cayó preso el 25 de agosto de 1969, a raíz del frustrado asalto (o ex- propiación) del Supermercado Portofino, en la comuna de Ñuñoa, frente a la plaza Los Guindos. Creo que fue en 1967 cuando Jorge se me acercó un día en la Escue- la para contarme que había ingresado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Influenciado sin duda por el ejemplo de Ernesto Che Guevara, citó aquella frase ya antológica de que “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”, para añadir que a su juicio la única organización revolucionaria en Chile era el MIR. Le dijo adiós así al PS, pero su militancia mirista no fue muy pro- longada. En junio de 1969, junto a Rafael Ruiz Moscatelli y otros jóvenes, se marginó de la organización encabezada por Miguel En- ríquez para crear el MR-2 (Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez), grupo que llevó a cabo el asalto al Portofino. La re- sistencia de un cajero frustró la operación y el grupo huyó en un automóvil, pero Jorge quedó atrás y fue capturado en las cercanías. En los cuarteles de la Policía de Investigaciones fue salvajemente torturado por detectives antes de ser llevado, en vilo y casi desfa- lleciente, ante el juez, según testimonios fotográficos de la época. En la política chilena se daban hechos cruciales. Se avanzaba en la gestación de la Unidad Popular con vistas a las elecciones presi- denciales de 1970. Salvador Allende fue proclamado precandidato del PS en una dura pugna interna que requirió de dos votaciones en el Comité Central. El Partido Comunista postulaba a su vez a

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