Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
70 ción del Patito, imitando a Jorge Romero Donoso “Firulete”, un des- tacado humorista de radio y televisión, que había inventado este personaje de un inteligente y tierno niño. Fue entonces cuando su compañera de curso, Luz María de la Vega Prat, lo vio por primera vez. Arriba del escenario se veía dulce, des- valido, pero inteligente. No fue hasta unos dos meses después cuando conversó con él, supo que sería el hombre de su vida, con quien tendría tres hijas (Consuelo, Paula y Amparo) y lo acompañaría hasta sumuer- te, pese a todas las dificultades que se les presentarían en su vida. Desde entonces ella se preocupó por ayudarlo y sacarlo adelante, incluyendo tratar de que cumpliera la promesa que le había hecho a su madre de sacar su título. Lo logró años después, a pesar de sus trasnochadas y amistades. Con ellos no sólo se juntaba en los bares y restoranes más conocidos como la Casa de Cena y el Tip y Tap, el Arriero, el Congreso y tantos otros, sino que también muchos terminaban durmiendo en su casa. Le resultaban demasiado atractivas la manera en que se dialogaba con Edmundo Villarroel, Fernando Herrera, Guillermo Torres, Max Laulié, Carlos Rojas, Gustavo González, José Luis Córdova, Pepe Blanco, Miguel Mata, Víctor Pérez, Juan Araya, Hugo Murialdo, Ri- cardo Rementería y los propios profesores de lujo que tenía en la época: Mario Planet, Poli Délano, Ariel Dorfman, Armando Herrera y tantos otros de los que llegó además a ser amigos. Jorge Uribe, otro de sus compañeros de curso, fue un gran amigo de Patricio. Se paseaba en calzoncillos por el extenso jardín des- pués de una noche de tragos, o de juntarse en Il Bosco a discutir de política y recitar poemas. Molestaban a Meli, quien los incitaba a vestirse, para que “no agarra- ran un resfrío” en vez de confesar el pudor que le daba verlos piluchos. Después se sucedieron los amigos del Partido Socialista, y aquellos con que tuviera hasta la más mínima afinidad. Su hermanamayor ya se había casado y tenía la casa para él y dos dor- mitorios disponibles, para lo que quisiera, salvo que ella viniera desde Arica primero y luego desde La Serena, con su marido Intendente. Simplemente infatigable La Sirena, el Tap Room, y la Taberna Capri eran parte de su vida. Pero también las discusiones políticas hasta altas horas de la noche. Ya casado, no disminuyó ese tren de vida. Por ello al día siguiente de una de estas veladas, su mujer no podía entender como era ca- paz de ir a trabajar a todos los lugares donde tenía que cumplir. Era simplemente infatigable, con un humor y una inteligencia sin igual. Siempre tenía a flor de piel una respuesta y un conocimiento de la historia que dejaba atónitos a los demás. Dio prueba de ello siempre. A los diecisiete años, estando en pri- mero de la escuela Escuela de Periodismo, durante un examen de Historia, la comisión “rajó” a mucho de sus compañeros luego de preguntarles qué eran los “carritos de sangre”. Él sin titubear con- testó que era la movilización colectiva que existía a mediados del 1800, con lo que aprobó el ramo. A la salida del examen los alum- nos le preguntaron donde había leído eso, que no era parte de la materia enseñada por el profesor, y él contestó que fue meramente deducción “carros, transporte; sangre, animal”. Efectivamente los caballos con victorias eran el medio de movilización del siglo 19. Otra anécdota divertida fue la ocurrida con el profesor Elio Varela, quien enseñaba Economía, y que era correligionario de Patricio. Él tenía la costumbre de eximir a sus alumnos que superaban la nota seis, por lo que la gran mayoría se esmeraba en no llegar al examen final, porque sabían que era extremadamente dif ícil. Patricio había faltado muchas veces a clase por sus obligaciones en la televisión, por lo que no pudo eximirse. Al dar examen obtuvo una nota infe- rior a cuatro, sin embargo con su simpatía habitual fue a disuadir al profesor para que lo dejara pasar porque su 3,8 era la nota más alta de los que habían dado examen. A lo que el profesor asintió. Enri- que Canelo, envalentonado con esta iniciativa fue donde Varela y le dijo que era la segunda nota más alta del curso. Varela simple- mente se rió porque alcanzaba casi a un tres, pero les dio a varios la oportunidad de un nuevo trabajo para lograr la meta necesaria para cursar el ramo. La Plaza Ñuñoa, la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, y Las Lanzas fueron muchas veces motivo de reuniones de diferentes grupos de la Escuela. Algunos paseaban por las arboledas o en la
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