Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 69 barrotes, colgando con sus pies hacia abajo. Meli, Emelina Saave- dra Ramírez, como él graciosamente la nombró siempre con sus dos apellidos, gritaba como loca, porque “se iba a matar el niño”. No existían los celulares entonces y no había como avisarle a la señora, que en ese momento estaba a dos cuadras haciendo clases en la Escuela o andaba viendo como su marido se perdía entre las chicas del Bim Bam Bum, so pretexto de hacerle alguna entrevista para el Vea o el Ecran. Los hijos de Rakatán “Jamás se te ocurra ser periodista Patricio, porque esa profesión puede traerte gratitudes, pero destruye a las familias; es muy ab- sorbente” , decía Anita Madariaga Letelier cuando pensaba en el futuro de su hijo. Sin embargo no podía dejar de reconocer que ella se había enamorado justamente de la multifacética cultura de Osvaldo Muñoz Romero, cuando terminó de estudiar Economía y se fue a hacer la práctica en Zigzag. Ahí dejó de lado los núme- ros para dedicarse de pleno a las letras y predicar donde pudiera estar su grito de guerra “Hay ambiente, Rakatán” , que terminó siendo su seudónimo. Y, finalmente, los dos únicos hijos de Anita y Osvaldo terminaron siendo periodistas. El moderno edificio que amparaba a la Escuela de Periodismo, ubicado en calle Los Aromos con Máxi- mo Jeria, quedabamuy cerca de su casa en Los Talaveras. Primero Ana Emilia Ivonne y cinco años más tarde Os- valdo Patricio, tomaron el mismo camino que Anita no soñó para sus hijos... estu- diar periodismo. La vida bohemia en casa no paraba, siempre había amigos de los hijos o del padre, o de la extensa familia de Anita. Se sucedían los embaja- dores, los periodistas, los políticos, los artistas: Marilú Marmentini, los Navasal, Tito Mundt, el director de TV9 Enrique Sepúlveda, el periodista Luis Hernández Parker con su mujer María Inés Solima- no, y YolandaMontecinos conHans Hermann, o su segundomarido Arístides Aguirre y luego Enrique Ernani. También Gladys del Río con Jorge Pedreros, Enrique Maluenda y Don Francisco. Todos dis- frutaban los guisos de Meli: empanadas hechas en casa, plateada o pejerreyes fritos y huesillos conmote, junto a un amplio picoteo traí- do de Constitución, las tierras de Anita. La reunión dominical no fue abandonada por años en la casa de Los Talaveras, ni las vacaciones junto al ríoMaule con todos los primos de la extensa familiamaterna Madariaga Letelier. “¡Mayombe-bombe--mayombé! Sensemayá, la culebra, sensemayá. Sensemayá, con sus ojos, sensemayá. Sensemayá, con su lengua, sensemayá. Sensemayá, con su boca, sensemayá ..”. Me gusta ese poema, decía Patricio, pero también le atraían entre otros Rilke, Neruda, Borges, Martí y Benedetti. Pero siempre apa- recía en su mente “¡La culebra muerta no puede comer/la culebra muerta no puede silbar/no puede caminar, no puede correr!/¡La cu- lebra muerta no puede mirar/la culebra muerta no puede beber/ no puede respirar/no puede morder!/¡Mayombe—bombe--mayombé!” Patricio gozaba de la farándula de entonces, diferente a la que hoy existe, quizás porque consideraba que la de antes era más intelec- tual y bohemia. Su trabajo en los canales de televisón 13, 9 y 7 se combinaba con los de las revistas Ecran y Vea, como periodista in- nato, por lo que no siempre asistía a clases a la universidad. Por ello sólo fue ante la presión de la madre que decidió seguir estudiando, hasta que el título se lo pudiera “meter por donde quisiera”, a lo que ella con una dignidad de dama herida, pero con humor le respon- dería “te estaré esperando con vaselina”. Patricio se había incorporado a la Escuela de Periodismo de la Uni- versidad de Chile, cuando ya las clases habían comenzado hacía rato, aproximadamente en mayo de 1966. Y no dejó de llamar la atención con sus cultas acotaciones en clases y con su interpreta- Patricio Muñoz y su padre, el legendario perio- dista Osvaldo Muñoz Romero, Rakatán. Al cen- tro Luz María de la Vega.

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