Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 55 cialista. Otros se fueron al PC, que dirigía en la Escuela de Derecho Carlos Berger, el más abnegado y consecuente militante de ese par- tido que he tenido oportunidad de conocer. Alguno, como Genaro Arriagada, dijo haber tenido … un encuentro con Dios, y se integró a la DC, y otros, como en mi caso, ingresamos al MIR. Nuevas búsquedas Creo que mi acercamiento a Edmundo se produjo mientras él ejer- cía la presidencia del Centro de Alumnos en la Escuela de Derecho, cuando un grupo de compañeras decidimos apoyarlo en la produc- ción de la Semana Mechona . Fue un arduo y divertido trabajo que nos obligó a compartir muchas horas para organizar, entre otras ac- tividades, las regatas del Mapocho, el paseo de los alumnos, la velada buffa, la fiesta del sábado… Recuerdo que un día raptamos a nuestro ídolo, Leonel Sánchez, el famoso futbolista de la “U”, que con buen humor aceptó permanecer varias horas en nuestro casino. Conse- guimos con Rodolfo Soto, que organizaba los clásicos universitarios, una jirafa enorme que ubicamos en la entrada de la Escuela, que nos fue robada por los estudiantes de Ingeniería y cuya recuperación requirió una gran pelea. En definitiva, la semana fue un éxito y así, poco a poco, sin darnos cuenta, surgió entre nosotros un afecto, que pronto se transformó en un ingenuo pololeo de varios años. Vivimos buenos momentos. Para los jóvenes chilenos de esa época el porvenir se proyectaba feliz. Creíamos firmemente que participa- ríamos en la construcción de un mundo mejor. El país bullía de uto- pías y proyectos. Con poco dinero accedíamos al cine, al teatro, a la lectura, a la música, al baile. Nos intercambiábamos libros, leíamos a Marx, a Sartre, a Ionesco, Brecht, la Beauvoir o a los latinoame- ricanos, que ya surgían como un boom . Soñábamos que seríamos Cortázar o la Sagan. Los fines de semana nos juntábamos en algu- na casa con un vino caliente y una guitarra y cantábamos zambas y canciones de la revolución española o simplemente escuchábamos a oscuras a la Piaf, a Joan Baez, a Piazolla o los poemas de Guillén. Con Edmundo empezamos a frecuentar Il Bosco, el lugar de reunión de la bohemia capitalina. Yo tomaba un té ruso y él una cerveza y, poco a poco, nos fuimos relacionando con un mundo nuevo que a nosotros, estudiantes de derecho, nos fascinó. Conocimos gente dis- tinta, nos empezamos a codear con Jorge Teillier, Stela Díaz Varín, Tito Mundt y el sinf ín de personajes que poblaban la noche santia- guina, incluidas otras sensibilidades que nos perturbaban y cuestio- naban nuestra formación pequeño burguesa de clase media. Resultaba fácil enamorarse de Edmundo, pero creo que lo que más atraía era su inagotable curiosidad intelectual, la mordacidad de su humor y la enigmática sensación de dolor que solía proyectar. Nues- tra relación sentimental tuvo altibajos dolorosos, siempre hubo algo indefinible que se interponía y que yo no lograba detectar. Los ru- mores de su doble vida llegaron a mi madre que intervino en forma poco sutil y provocó mucho sufrimiento en los dos. Yome alejé de Derecho al inicio demi cuarto año. Me fui a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Por eso, mi sorpresa fue mayúscula cuando al año siguiente supe que Edmundo también se había incorporado a Periodismo y al igual que en Derecho fue elegi- do presidente del Centro de Alumnos. Ambos egresamos en 1969 y formamos parte de la generación Mario Planet. Cuando salimos de Periodismo yo entré a la televisión y pronto me enamoré y me casé. Hoy tengo hijos y nietos. Ambos salimos exiliados por el golpe de estado y nos reencontramos en Venezuela. Edmundo tuvo varias relaciones amorosas con estupendas mujeres, ninguna prosperó. Siguió los pasos de su madre y se dedicó a su gran pasión, el teatro. Obtuvo numerosos éxitos como dramaturgo. Por fin venció sus demonios y decidió vivir a su manera. Nunca dejó de saludarme para mi cumpleaños, hasta el 13 de octubre de 1998. Santiago, octubre 2013 Encuentro de exalumnos de Periodismo con el profe- sor y senador Anselmo Sule. Edmundo Villarroel es el segundo de izquierda a derecha en la última fila.
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