Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

52 sus trabajos, se ganó la vida primero haciendo sándwiches y luego como distribuidor de comidas. “Aquí se me ocurrió convertirme en distribuidor de mariscos y pescados. Me fue bastante bien y amplié el rubro a productos de mar congelados. Gané plata. Compré un puesto en Lo Valledor, pero, con el tiempo, tuve problemas al cam- biar el sistema de salarios. Yo pagué mucho y quebramos”, escribió. “Finalmente, con mi mujer, vendimos la mitad de nuestro predio agrícola. En seis meses reventó y vendimos la otra parte de la cha- cra. Se acabó el chacarero y volví al periodismo en el Fortín Mapo- cho”, agregó. Eran los años en que la prensa antidictatorial se abría paso y el “For- tín”, como se lo llamaba, hacía su gran contribución a la derrota de Augusto Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988. Wladi- mir llegó a ser director del diario. “Participé en la Franja del NO, mostrando los fraudes de las noti- cias que publicaban en la Franja del SÍ. Tuvimos un tiraje récord en la historia del diario. Después, se fue de espaldas. La empresa anda- ba muy mal y renuncié cuando empezaron a despedir periodistas”, recordó. El Fortín Mapocho se cerró definitivamente el 6 de julio de 1991, día en que lanzó su última edición. Restablecida la democracia se trasladó a Iqui- que para dar vida como director a El Nortino, un diario regional de la empresa La Nación, que cir- culaba también en Arica. Después, retornó a la capital donde se hizo cargo del departamento de Relaciones Públicas en la Municipalidad de San- tiago. En Vendedores de sol Wladimir recordó su ingre- so a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en 1965. Como ya tenía cuatro años de Pedagogía en Castellano pudo entrar al segundo curso y egresar en 1967. “La Escuela fue para mí básica en cuanto a la for- mación y el adiestramiento. Nos permitían trabajar y estudiar, ya en segundo año. Había profesores que enseñaban y ayudaban mu- cho, como Mario Planet que era un gran amigo, Luis Domínguez, Antonio Skármeta, Manuel Eduardo Hübner, el señor Carrasco, que era tan sistemático”, señaló en Vendedores de sol. En junio de 1980 venía llegando del campo y se enteró por el diario La Segunda de la muerte de Mario Planet: “Lloré mucho”, escribió. Por todos los años que compartimos con Wladimir Aguilera, por las “copuchas” intercambiadas, por coincidir en nuestros afanes de justicia social, por haberlo sentido siempre un gran amigo, fue muy duro enterarme de que estaba enfermo, grave, y que había sido su- jeto de dos trasplantes de hígado que felizmente le salvaron la vida. Pero esto también duró poco. Ya vivía yo en Chile cuando Wladimir nos dejó en agosto de 2014. Gran pérdida, para su familia, el periodismo y sus amigos, entre los que me honro de haber formado parte. En la tradicional ceremonia de cambio de folio en el Fortín Mapocho.

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