Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 51 estados de ánimo, muchas veces a pesar de sí mismo… Lo recuerdo llegando a cualquier lugar con un aire de misteriosa solemnidad que muy pronto, ante la más mínima provocación, se convertía en sonoras carcajadas . Con el programa de la Unidad Popular Cuando se acercó a mí ese día en La Moneda, su actitud también era solemne. Con absoluta seriedad me pidió que habláramos y, como tantas otras veces, no confié en él y me quedé esperando lo que venía. Sin embargo, continuó serio y señaló que no le tincaba para nada que yo siguiera trabajando allí “porque el asunto se está poniendo cada vez peor”. Y me ofreció trabajo en Sercotec, como su segunda de a bordo. Incluso habló de horarios y de sueldo. Lo pensé pocos días y acepté: allá también estaría haciendo un aporte, tal vez más directo, al programa de la Unidad Popular al que ambos adheríamos. Trabajar junto a Wladimir Aguilera fue una gran experiencia para mí. En un ambiente de gran y mutua confianza, trabajábamos duro. Quizás porque era su segunda de a bordo, cumplí misiones perio- dísticas en diversas zonas del país donde Sercotec impulsaba a pe- queños y medianos empresarios y él no podía ir. Orientada por “mi jefe” pero con una gran libertad para moverme según mis criterios. Así era el Wlady, seguro de lo que quería pero capaz como pocos de delegar funciones, en definitiva, seguro de sí mismo y de su ca- pacidad profesional: no necesitaba aplastar a otros para permane- cer él; nunca, en ningún ámbito, advertí en él este tipo de actitudes. Todo lo contrario, a través del trabajo él enseñaba de manera per- manente, aconsejaba, sugería, a veces sin proponérselo. Durante esa corta etapa lo vi claramente como mi amigo, prime- ro mi amigo, y también mi jefe. Muy sólido, capaz de calmarme con serenidad frente a un temblor en el octavo piso en el que tra- bajábamos. Y desde luego, con un claro ascendiente profesional sobre mí, ya lo mencioné antes: sus consejos y sus textos impeca- blemente escritos, frutos de excelentes reporteos bastaban para otorgarle toda la autoridad necesaria para sentirme muy satisfe- cha en mi trabajo. Lamentablemente –y todavía me duele– este tiempo se terminó. El golpe de Estado nos incomunicó totalmente, después de haber sido ambos despedidos de la institución, por razones políticas. Las sombras oscuras que impedían a muchos encontrarse, tam- bién nos cogieron entre sus redes. Poco después yo me fui del país y pasaron varios años antes de saber nuevamente del Wlady. Años de la dictadura y del NO Los años de la dictadura fueron dif íciles para Wladimir Aguilera. En Vendedores de sol dejó testimonio de que, una vez despedido de Wladimir Aguilera, director del Fortín , junto al legendario Hernán “Chamullo” Ampuero.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=