Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 47 erupción, nosotros mismos estábamos a milímetros, todos los días, de entrar en erupción, nuestros sentidos explotaban, pero los repri- míamos, porque eso nos habían enseñado. Estábamos divididos, grotescamente rotos, partidos en dos, entre el desenfreno y la tradición, entre los consejos paternos, la familia, el ser buenos ciudadanos integrados, el mirar el futuro con esposa, hi- jos, casita Corvi, tal vez una citrola , hijos, gatos, perros, jardín... y la ruptura, la noche, la poesía, la bohemia, la rebeldía. Kafka, Camus, Sartre, Ginsberg, Kerouac, De Sica, Fellini, Antonio- ni, Visconti... Acorralados entre las Doris Day y James Dean, entre Gandhi y el Che Guevara, aterrados entre Praga y Budapest, atrapa- dos entre Santo Domingo, Argelia y Vietnam... Sé que en alguna parte me estás escuchando, lo siento así, sin ser creyente de nada, pero si creyendo en ti y en tu capacidad enorme de seguir acá entre nosotros. Tengo que confesarte, el Cufifo todavía me habla, me conversa, me aterriza, me trae noticias tuyas, se acuerda de la Rosita que fue, se- gún él, su mejor interlocutora, sí, ya se, estoy tan loco como siempre, o un poco peor, pero igual lúcido, y lleno de recuerdos. Y quiero sentirte de nuevo como entonces, volver al pasado y revivir, sentir que la derrota no pasó, que no nos perdimos, que seguimos enteros, únicos, vitales, que seguimos teniendo las mismas ganas, el mismo brillo en la mirada, ese brillo que tú me contaste, con el que me mirabas de lejos, allá en la remota sala de máquinas de la Escuela, cuando yo no te miraba, no te conocía, pero tú a mi sí me conocías, tú a mi sí me mirabas, a punto de casarte, con el destino ya hecho, caminando igual que yo por el filo de la navaja, en la orilla del pre- cipicio, en las puertas del averno, en la contradicción total, dividida, rota, insegura, mucho antes de que los fósforos flotaran y revelaran la verdad, intuyendo que habían otras vidas posibles, que la ruptura no era el abismo, sino el comienzo... Cometeré el pecado de confesar que no me acuerdo en que día, a qué hora, en qué lugar ni en qué circunstancias, ocurrió uno de los hechos más trascendentales que me han ocurrido en la vida. Un hecho que marcó mi vida para siempre, y la tuya, y que además marcaba un hito en lo que éramos, en la vida que vivíamos, en el entorno cultural en que habíamos sido criados, marcó la ruptura, la frontera entre dos épocas. De ese momento símbolo conservo recuerdos muy nítidos, pero solo te veo a ti, veo tus ojos, tu mirada intensa, tu insegura seguri- dad, tu voz profunda salida del alma, del útero, de la médula de tus Alexandra Barrientos

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