Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

36 En 1962, uno de sus primeros libros ( Al filo de la revolución ), fue definido por sus editores de La Paz, como un libro-reportaje “pro- ducto de sus experiencias”. Y precisaban: “Pocos periodistas bolivianos han incursionado, en sus comentarios, en el dif ícil campo de las relaciones internacionales. T. Córdova, va- lientemente, encara los graves conflictos so- ciales que hoy afligen a la América Latina. En su obra se refleja la desorientación que sufren los pueblos y los gobernantes en esta hora en que los planes y proyectos tratan de resolver crisis sociales y económicas”. Nadie, ni siquiera Ted, quien se define en este libro como “un periodista, ante todo”, podía anticipar lo que vendría en las décadas siguientes. Su primera novela se llamó Cita en Tierra Coraje , basado en sus re- cuerdos del yacimiento minero de Catavi, la localidad donde nació. Años más tarde publicó Testigo de la Crisis , libro periodístico sobre el gobierno que estableció Hugo Banzer tras el golpe de estado de 1971. Venganza del Che es otra de sus obras. Otros libros-reportajes suyos recogieron sus análisis sobre Chile y Venezuela. Adiós de un sibarita Su última producción es, en cierto modo, un buen resumen de su manera de enfrentar la vida. Ya condenado por un veredicto médi- co, escribió Adiós al sibaritismo . El mismo Ted lo describió al darlo a conocer: “Este es un libro sobre la vida y la muerte. La buena vida y la absurda muerte. Este es un libro de reflexiones y anécdotas sobre la vida des- ordenada de los periodistas, sobre la buena comida y sobre el daño mortal que puede producir esta combinación de actividad profesio- nal y hábitos alimentarios. Es un libro sobre la gula intelectual, una especie de suicidio racionalizado porque en fin de cuentas, condu- ce a la muerte prematura… Es más bien una advertencia, principal- mente dirigida a muchos amigos y por supuesto resultará familiar para innumerables lectores. Pero también es una autoadvertencia, porque escribo sobre la gula todo el tiempo pensando en la muerte. Y en que el fin de la vida puede venir en cualquiermomento, después de una buena comilona, inclinado uno sobre la máquina de escribir”. Insistió en el tema de la muerte poco antes de su despedida final. En una carta de innegable tono hemingwayano se dirigió a todos sus amigos repartidos por el mundo: “Les escribo –señaló en el lead de la noticia– con mi memoria reforzada por los buenos momentos que pasamos juntos. Los tengo muy cerca de mí ahora que me es- toy muriendo. Es una agonía tranquila que me permite ciertas libertades, pero es una agonía inexorable. Cuando ocurra lo pre- visto, mi querida y abnegada esposa, Mary (mcboylan@hotmail.com ) que me acompañó en todo este período, junto a nuestra maravillosa hija Fiona, les enviará el dato final”. Así fue. Cuando se estableció en Estados Unidos para cuidar mejor su debi- litada salud, reanudó un boletín que antes editó en Caracas (Orbita bip) esta vez en formato electrónico. Vino a Chile una vez más y estuvo, como antes en casa de mi madre, en nuestro hogar actual en San Miguel. En 2006, la Asociación de Periodistas de La Paz, que es la máxima entidad gremial boliviana, le había otorgado el Premio Nacional de Periodismo. Fue una verdadera sorpresa según reconoció: “En el pasado ya me habían dado una Mención Especial, pero en el 2006 me sorprendie- ron con el Premio Nacional; la verdad es que como por mi profesión, viajé y viví en diferentes países, yo pensaba que en Bolivia, mi propio país, yo era prácticamente un desconocido. Ha sido muy gratifican- te comprobar que no era así, de modo que este Premio renovó mis lazos con mi patria de nacimiento”. Tras su muerte, me ha parecido que es su mejor epitafio. Ted, con su hijo Luis y su nieto A driano.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=