Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 29 familiar, debo confesar que cuando yo quise estudiar periodismo en Venezuela, la misma Olga, convertida ya en una experimentada y reconocida profesora de la Escuela, hizo caso omiso de mis in- tereses hasta que pude demostrar cierta habilidad para el oficio e ingresar a la carrera por mi cuenta. Quizás para muchos no es fácil entender esa pulcritud ética, exi- gente y desafiante a toda prueba, pero la recompensa cómplice y acogedora que generaba Olga en torno a sus pupilos traspasó los años, la historia y el protocolo. Junto a Federico, construyeron una tradición periodística única, rigurosa y humilde. Alumnos llenos de canas y arrugas, seguían llamándolos “profesora”, “maestro”, aun- que la amistad fuera larga y profunda. Alejandro Kirk es uno de ellos. Estudió con ambos en Caracas y como si las coincidencias lo hubieran puesto en el camino del fiel discípulo, al igual que ellos, pero a la inversa, inició su carrera en Venezuela para continuarla hoy en Chile, siendo un activo miem- bro de ese movimiento latinoamericano que apostaba al periodis- mo como trinchera. “Ella exigente, implacable, y siempre disponible. Y nosotros enten- diendo de a poco el oficio, que es por naturaleza el oficio humilde, y casi siempre mal pagado, de saber escuchar, observar e interpre- tar. Que los datos, nombres y fechas no son azares. Que quien se digne leernos, merece ese mínimo respeto. Que una historia debe ser honesta desde la primera mirada. “Luego, con Federico, en Periodismo Interpretativo aprenderíamos que los hechos son parte de procesos históricos, que sin contexto no hay historia posible, que para un periodista hablar por hablar -o escribir para llenar páginas, que es lo mismo- es de vagabun- dos innobles. Que si bien el llamado periodismo objetivo que nos impone la prensa comercial no existe, tampoco es coartada para marramucias.” Cuando Ale Kirk supo que Olga había fallecido allá, en Caracas, desde Chile escribió certero una suerte de réquiem político para su despedida que, lo mismo homenajea su legado humano y perio- dístico como reprende a quienes lo han traicionado: “se completa así el fin de una época marcada por este matrimonio clave del pe- riodismo venezolano del siglo XX: generaciones de egresados de la Olga como profesora de Periodismo en la Universidad Central de Venezuela.
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