Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
254 era ver a Claudio sin Inge. Siempre iban juntos y si uno de los dos faltaba, siempre nos preguntábamos ¿por qué no está? “Tuvimos diferencias, pero absolutamente nada logró quebrantar nuestra amistad, una amistad que trasciende el tiempo, una amis- tad que sobrevive incluso a su propia muerte. Pocas certezas que- dan ya en la vida. Tal vez una de esas pocas es que volveremos a encontrarnos, de eso no dudo, no importa cuándo como ni dónde”, recuerda Inge con entrañable cariño. “Fue mi gran amigo de juventud. Han pasado ya más de 25 años desde el día de abril en que yo buscaba en la sala de clases con cu- riosidad al joven de apellido francés, con altas expectativas en su apariencia. «Siento defraudarte; de apariencia francesa, nada», me dijo” , agrega su amiga a quien en realidad nunca defraudó. Me heredó su alegría de vivir y un apelativo alusivo a mi apellido que nunca nadie más usó —y está muy bien que así sea— porque siempre fue solo para su uso, ‘buckecito’”. Incluso, diez años des- pués de su muerte, a Inge fue a buscarla el gran amigo de Claudio, Gonzalo, intentando averiguar si era verdad lo que él decía sobre “buckecito”. Y a partir de ese momento Gonzalo también se trans- formó en su amigo y sigue hasta hoy a su lado, probando su lealtad y entregándole, “como un consuelo”, ese vínculo mágico que Clau- dio producía en quien lo conociera más allá. La radio y la política Precisamente junto a Inge, además de Verónica Franco y Daniela Araneda, Claudio hizo su memoria de título en 1990 sobre el tema “Hernán Olguín y su influencia en el periodismo científico”, aunque hacía rato que él había comenzado a trabajar en radio y se había enfocado en Política, un área fascinante en aquellos años de vuelta a la democracia. Su corta, pero no por eso no intensa carrera, lo llevó a la Agricul- tura, luego la Chilena y desde mediados de 1991, a la Cooperativa, donde finalmente se consagró en el periodismo. En este medio co- menzó reporteando en Santiago los partidos políticos, hasta don- de llegaba con su enorme grabadora y vestido impecablemente de terno y corbata a recoger la noticia. Destacó y por eso se convirtió en el periodista del Congreso Nacional de la emisora, por lo que se trasladó a vivir a la Quinta Región. En el Poder Legislativo es recordado como uno de los mejores re- porteros que ha pasado por esos pasillos, por sus despachos com- pletos e impecables, respondiendo plenamente a las expectativas que sus superiores habían puesto en él, pero sobre todo a la necesi- dad de los auditores de conocer estas informaciones. La enfermedad… Incluso antes de trasladarse a Valparaíso, en algunas ocasiones Claudio se vio muy delgado, pero nunca dijo que estaba enfer- mo. Es por eso que muchos de sus compa- ñeros y colegas fueron dolorosamente sor- prendidos con su tem- prana muerte, el 11 de septiembre de 1995, cuando tenía solo 28 años de edad, produc- to de las complicacio- nes de una neumonitis fulminante. Muy temprano aquel día, Sergio Campos anunciaba su fallecimiento por la Cooperativa, dejando helados a todos quienes lo conocieron. En su velorio, la capilla ardiente se llenó de flores, pero sobre todo de la presencia de sus amigos y de Lidia Fuentes, su inseparable polola quien resignada aceptó este doloroso desenlace. Hasta ahí también llegó la mayoría de las personalidades políticas que él conoció profesionalmente, luego de lo cual sus restos fueron trasladados en Santiago, donde fueron despedidos en su liceo de Recoleta, “el Murialdo”, que lo acogió como al hijo que regresa a decir adiós. Claudio Le Fort. Octubre de 1986.
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