Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 249 y familiares de los 16 estudiantes que sólo fueron a pasarlo bien a la playa, pero que un vecino interpretó mal la reunión a raíz de los cantos de los muchachos. El asunto llegó hasta el Ministerio del In- terior, donde se le exigió al ministro la liberación de los jóvenes por la detención ilegal. Finalmente, el grupo fue liberado sin cargos. Todos ellos fueron víctimas de apremios. Para la señora Marina fue un momento oscuro de su vida. Nunca imaginó ver a su hijo preso y el solo hecho de recordarle ese ins- tante, evadía la conversación. Para ella fue una pesadilla y no una realidad. El sol cae en el horizonte de Putú. La tarde de marzo de 2015 se pone fresca. Doña Marina, hoy viuda, se arropa y deja el tejido de lado. Ofrece un café con pan amasado. De hecho, Putú huele a pan amasado, tal cual lo escribió hace 33 años Jaime en la sección Re- giones de Las Últimas Noticias, donde hizo la práctica. “¿A dónde van?, nos dijeron. / A Putú respondimos. / Vamos a tomar blanco y tinto, buen vino puro. / Buen vino puro, chicha de Macal, vamos a tomar hasta donde se pudo. / Con Alejo en el Central”, reza el verso que creó Jaime en su juventud. La mirada lánguida de doña Ma- rina se pierde sobre los árboles y la loma donde antes estaba su casa, la que se cayó con el terre- moto de 2010 y donde vio crecer a sus cuatro hijos y luego a sus nietos, donde también despidió por última vez a su hijo, prime- ro, y a su marido, después. Sigue sumida en el pretérito. Antes de despedirme, le recito un último verso de su hijo regalón: “¿Lo en- tiendes?” “¿Lo entiendes? / ¿Comprendes el lenguaje de este silencio? / de este silencio que te estoy hablando. / Me escuchas, / Me escuchaste golpear, / buscar, buscar sin mover, sin decirte, / Sin hablar, / Sin mirarte. / Me escuchas / que vengo y voy, / Que resbalo a tu puerta, / Que corro, que el espacio / Me dice de ti, / Que el silencio / me dice de ti, / Que es tú, / Que es tendido / Es tú, / Que el vacío / Es tú / Que adherida a mis brazos / Abiertos, apretados, / La distancia / Me asume, me asume de tú./ Sea la palabra / Como la piedra lanzada / en medio de una laguna / y los círculos se extiendan / se extiendan”. Los ojos de doña Marina se humedecen, me mira con una sonrisa triste y me abraza fuertemente. El sol se esconde tras los eucalip- tos y álamos. La noche se avecina. La señora Marina se va a dormir con la esperanza de soñar con su hijo regalón que tuvo el gran es- píritu del Quijote. Doña Marina Concha, la madre de Jaime, en su casa de Putú.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=