Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

244 manidad. Ante esto, ¿De qué manera podrá el Liceo seguir siendo lo que fue en la formación de las nuevas generaciones? y ¿De qué forma seremos nosotros jugadores de un rol preponderante en su renovación? Porque, a decir verdad, el Liceo no ha terminado, hoy, en nosotros. Él entregó todo lo que le fue posible dar; ahora, es a nosotros a quienes corresponde entregar su cuota de creación y de compromiso. ¿En qué medida seremos capaces de ello y de su aplicación en el Liceo para que éste se levante por sobre sus carco- midos muros hasta la nueva luz del pensamiento y de la vida?”. Además, en sus palabras juveniles, que más parecían de un políti- co avezado, hubo sensibilidad profunda a compañeros y profesores que ya no estaban quizás por qué razón, pero que Jaime no olvidó. “Antes de terminar queremos que nuestras últimas palabras sean para aquellos que partieron junto con nosotros, pero que ahora no están aquí, para aquellos que quedaren a lo largo del camino y que hoy, como la mayoría de los que egresan tienen, también, 18 años. Al final de esta etapa es triste comprobar que faltan en nuestro jar- dín muchas flores que se marchitaron antes. ¿Fue la furia de los elementos quien las agotó o los cuidados de los jardineros fueron impotentes para lograr el término normal? No lo sabemos, pero en este momento queda en nosotros la sensación de que a nuestro lado faltan brazos, faltan pies o faltan rostros muy queridos y hacia ellos nuestra angustia o una especie de agonía, porque la no-reali- zación es agonía. Que maravilloso si estuvieran aquí, pero los sabe- mos muy lejanos. “Queremos también, que este acto sea un homenaje a la memoria de aquellos maestros que se fueron, a aquellos maestros cuya exis- tencia se prolonga a través de la llamita de sabiduría que en cada uno de nosotros supieron encender. Para ellos, en esta hora, todo nuestro recuerdo”. Y concluye con un cierre inesperado para la concurrencia, algo que nadie imaginaba: “Queridos maestros, estimados compañeros: comprendemos, aho- ra lo triste que es despedirse, más aún, de algo que se quiere mucho. Es la hora en que inolvidables recuerdos cruzan por la mente y, a medida que se hacen mayores, más grande es ese clamor interior que nos dice; no, esos momentos no han terminado, ellos siguen existiendo aquí en mi corazón de borgoñino. Ahora ha llegado el instante de despedirnos de nuestro viejo liceo, que, también hemos sentido como un maestro de estilo diferente, comprensible solo al alma liceana; abandonar su estructura pétrea, su frontis de ladrillo, sus aulas, sus patios, su gimnasio. Serán otros los árboles que nos ofrezcan su sombra generosa, otras las estructuras pétreas que nos cobijen. Mas la partida se nos presenta tan poco real como si se- pararnos de algo que formamos parte fuera un imposible, como si la unidad de una familia fuera infinita, como si el libro abierto nos siguiera esperando sobre el pupitre de clases. “Hay en nuestra conciencia una fuerza superior que se resiste a comprender que ha llegado la penosa hora de decir adiós, y ella es quien nos habla, escuchad su voz: “Oh, que terrible es el recuerdo vivo, es como morir; no es irse del lugar querido es irse de uno. Mañana nos tendrán en la memoria y en el sitio vacío”. Quijote y poeta Su alma de poeta ya estaba presente a los 18 años. Las lecturas de Pablo de Rokha habían dejado su impronta. Los versos de Pablo Neruda, también, los que recitaba a las chicas que le gustaban. Así conquistó a su prima que luego fue su esposa, María Cristina, pro- fesora básica. A la universidad llegó con una gran vocación social y con la idea de ir en ayuda del prójimo, quedando finalmente en Periodismo ya maduro y como militante del Partido Comunista. De la época uni- versitaria en Periodismo, quedó el siguiente documento, un trabajo típico de la clase de redacción del profesor Raúl Muñoz, donde en ese entonces la alumna Andrea Villalobos, retrató a Jaime Valdés con el título “Él”: “Se le puede ver en la cafeta de la escuela, siempre frente al infal- table cafecito y rodeado de compañeros (y las piernas cruzadas). Todos se pelean por escucharlo… En muchas cosas es el más de la Escuela: es el más viejo, tal vez el más alto; pero por sobre todo…

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