Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 233 reportajes me daban tanta alegría oírlos, que bauticé a mi hijo con su nombre”. Su obsesión ahí se vio cumplida. Un día que nos pilló desocupados, partimos a Chiloé a buscar a su sucesor. Recorrimos varias caletas de Ancud que remitía la carta. Pero no dimos con la autora. Finalmente las pistas nos llevaron a una casa pobre en un cerro de Ancud. Golpeamos. –Buscamos a un niño con nombre Quémil– dijo Quémil. Y vi una especie de emoción contenida, un llanto de admiración en el rostro de esa joven. ¡Su ídolo periodístico estaba en su puerta! Roja de rubor, nos contó cómo antes, cuando vivía en una cale- ta del borde interior de Chiloé, lo único que escuchaba eran sus notas. Porque ni siquiera sabía de cómo era el resto de Chiloé. Y cuando el destino la premió con un hijo, le puso Quémil Kurt, por Kurt Cobain su otro ídolo. Quémil volvió a Santiago, trabajó en la Presidencia al llegar la de- mocracia. Luego en La Moneda. Después de varios años de terno renunció y volvió al sur. A navegar en la lancha velera La Quenita, que le puso así porque en su familia a Quémil le decían Queno. A su segundo sobrino también le pusieron el pegajoso nombre, Víctor Quémil. Hoy tiene 22 años toca y estudia chelo en Santiago. Y un último Quémil tiene 7 años y una severa epilepsia. Es el últi- mo de la estirpe de este nombre curioso. Después de que Quémil Ríos murió repentinamente en Isla Qui- hua, en 1997, varios amigos tuvimos el precipitado encargo de llevar a pintar una cruz con su nombre. A un pintor de letras de embarcaciones le tocó la tarea. Al poco rato llegó con el encargo: Kemil con K. ¡Dios nos libre! Corrimos por las calles empinadas con la cruz en brazos donde el pintor. La repintó. Y escribió esta vez: Quémil Ríos Álvarez. ¡Nooo! El segundo apellido era Pérez. Vuelta a correr donde el pintor. La misa de responso terminaba y nosotros secábamos la cruz con se- cador de pelo. Partimos detrás de la marcha fúnebre que serpen- teaba tristemente por las calles de Calbuco bajo una llovizna a las cinco de la tarde. Al otro día la cruz salió en primera plana del diario de PuertoMon- tt. Detrás de su tumba cubierta de barquitos de papel de colores. El titular decía: Sepultan a periodista muerto en incendio. Matrícula de la Quenita I, a nombre de “QUENIL RIOS”. (Foto www.lanchaschilotas.com )
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