Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 231 las que se construyeron en la época del alerce y la bonanza para la navegación a vela, la Anita II permaneció varada hasta que Quémil Ríos, un calbucano periodista avecindado en Santiago con una auto- rización oficial del Caleuche, según cuentan los mal hablados, decidió recuperarla y la compró a su antiguo dueño, Gilberto Calbucura. Con un poco de locura y una dosis de poesía, ambos se propusieron rescatarla de su destino de madera. El día del bautizo, bajo el botalón de proa, padrinos y madrinas re- zaron padrenuestros y avemarías coreados por la concurrencia. Vi- nieron las cuecas a orillas del mar: para que todo sea alegre a bordo de la Quenita I, y las yuntas de bueyes iniciaron su misión. Hombres y mujeres ayudaban a girar la velera en dirección al océano y dos largas cuerdas tiradas por los convidados al festejo apoyaban la la- bor de los bueyes hasta llevar el navío a la alta marea. Como corresponde, el patrón invitó a un apoteósico almuerzo que comenzó con cazuela de ave, siguió con asado de cordero, unas exó- ticas papayas venidas de Taiwán y culminó con una hogaza de pan con su respectiva presa de carne, repartida a cada comensal para el camino, como exige la tradición chilota(…)”.

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