Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
230 Quémil Ríos VISITE CALBUCO Por Mónica Villarroel “Visite Calbuco” escrito al revés. Tardé mucho tiempo en entender lo que estaba escrito en el reverso de una foto de una lancha chilota navegando a la hora del crepúsculo que Quémil Ríos dejó dentro de uno de mis cuadernos en los primeros meses de 1983, cuando entramos a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en la calle Diagonal Paraguay con Portugal. Le gustaba el pescado frito con puré, caminar en la tierra, usar poncho y escribir en los cuadernos al revés. Cuando egresa- mos tenía su rumbo claro, siempre quiso volver al sur. Pasó un tiempo colaborando para la radio La Voz de la Costa, en Osor- no, hasta donde llevó mi viejo computador con pantalla azul y letras blancas. Después emprendió sus primeros pasos como periodista en la radio Estrella del Mar de Ancud, en la isla de Chiloé. Luego vino una promisoria carrera trabajando en la Presidencia de la República, «la Moneda chica», con el equipo de prensa del presidente Patricio Aylwin, y un tiempo en la Se- cretaría General de Gobierno. Juntó lo suficiente para cumplir su mayor sueño: comprar una lancha chilota velera usada, re- mozarla, echarla al mar y navegar. Lo suyo era el campo, el olor a madera y a humedad. La lancha velera siempre lo esperaba y un día decidió volver, dedicarse a cul- tivar frutillas, a fabricar quesos y compartir estas tareas con la re- partición de gas licuado por todos los rincones de Calbuco, en el negocio familiar que había instalado para sus padres y hermanos. A continuación, reproducimos párrafos escritos hace algunos lustros, a cuatro manos con su capitán o como se dice en lenguaje de chilotes marineros «el patrón de la lancha», luego del bautizo de la velera: La última bota (o el renacer de un matro) “(…) 9 de enero de 1993, fecha que quedará registrada en los ana- les del pequeño pueblo de Lleguimán: el bautizo de la Quenita I. Tal vez la última «bota» de lancha velera que habrá por estos mares de Dios. Ella tiene su historia. En sus años mozos, bajo la advocación de Ani- ta II, arribó a puerto ufana y engalanada, luego de triunfantes tra- vesías en la Laguna San Rafael(…). Luego, al igual que casi todas Quémil Ríos en la inauguración de la Quenita I
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