Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

218 de sus ancestros y con un profundo amor por la Tierra, los anima- les y la vida en general. A EduardoMarín le dolían las injusticias, la pobreza y la inequidad. Sus acciones habían demostrado que Eduardo era un ciudadano del mundo y quería recorrerlo, vivirlo, cambiarlo y contarlo. Así como gozaba del valor de las palabras, también sabía del poder del silencio. Practicaba la discreción y la prudencia como atributo de la sabiduría y el respeto. Sus viajes como corresponsal internacional lo llevaron a varios paí- ses donde entrevistó y cuestionó a hombres y mujeres en posicio- nes de mando, al tiempo que mantenía su pulso en lo que sucedía con las personas más humildes en las barriadas y en los campos de América Latina. Eran tiempos convulsionados y el joven periodista debió ser testi- go y relator de cuanto sucedía. Vivió la antesala al golpe de estado en Chile; fue apresado en Ecuador, incomunicado por cinco días y acusado de ser un espía; le entregó a Gabriel García Márquez una carta de invitación de Casa de las Américas para que fuera por pri- mera vez a Cuba y su nombre apareció en un documento secreto de la CIA que incluía una lista de funcionarios del gobierno cuba- no. En 1974, después de una ausencia de trece años, regresó a Colom- bia como corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina y años más tarde volvió al Quindío lleno de ideas y de nostalgias. Esta vez soñaba con hacer del Quindío un centro mundial de tec- nología, con recuperar el uso de la guadua en las construcciones tradicionales. Por años trabajó en la defensa de los derechos de los grupos nativos, así como en la protección de los recursos natura- les, siempre desde la palabra: denunciando, empoderando, ilumi- nando. Curioso incorregible exploró la tecnología, los computadores y la Internet, escribió un blog y frecuentaba la música electrónica. Escribir estas palabras ha sido dif ícil porque mi hermano Eduardo fue mi mentor y guía en el periodismo y en la vida. A pesar de que no podrá leerlas, no puedo evitar sentir este pudor del aprendiz. Eduardo Marín Gaviria murió tranquilamente el 31 de enero de 2023 en Armenia mientras hablaba de amor y de agradecimiento. Le sobreviven su compañera Myriam Gutiérrez y sus hijos Jorge Alberto, Iván Ernesto y Alejandra. Una de las últimas imágenes de Eduardo, en Colombia.

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