Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
214 Eduardo Marín Gaviria EMBAJADOR DEL REALISMOMÁGICO Por Gustavo González Rodríguez “Hola Gustavo querido, te cuento que Eduardo Marín falleció el pasado martes. Estaba enfermo desde hace un tiempo y ya descan- sa en paz. Conozco la buena amistad de ustedes y siento darte esta mala noticia. Va un abrazo grande. Patricia” Este fue el mensaje interno que recibí el 2 de febrero en el Mess- enger de Facebook. Me lo envió desde La Habana Patricia Grogg Teppa, nuestra gran amiga y compañera chilena radicada en Cuba, primera esposa de Eduardo Marín Gaviria, fallecido en su natal Colombia el 31 de enero de 2023, a los 80 años. La noticia nos impactó y nos dolió en lo más profundo. Con Eduar- do se fue una página fundamental de la vida de varios de los que ingresamos a estudiar Periodismo en ese numeroso curso de 1966. Algo mayor que nosotros, venía de la convulsionada Colombia, donde en febrero del mismo año había muerto combatiendo en la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional) el sacerdote Camilo Torres Restrepo. Eduardo nos instruía, desplegando un mapa de Colombia, sobre las zonas de control y acción de los insurgentes del ELN y de las FARC, con obligadas menciones a Tirofijo, Manuel Marulanda, convertido ya en leyenda. Fue en ese año de 1966 en el curso de Redacción Castellana que Ariel Dorfman nos hizo leer “La hojarasca”, novela que nos acercó a la extraordinaria pluma de Gabriel García Márquez, quien al año siguiente sacudiría los cimientos de la literatura latinoamericana con “Cien años de soledad”. Rolando Gabrielli recuerda que nuestro compañero colombiano “admiraba a GarcíaMárquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar. Los clásicos de nuestra época. Era un hombre comprometido con su tiempo”. No fue extraño así que viéramos en Eduardo Marín a una suerte de embajador del realismo mágico, con quien compartíamos intermi- nables tertulias bohemias. “Los funerales de la Mama Grande”, “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desal- mada”, “El coronel no tiene quien le escriba”, en fin, todo ese caudal Eduardo Marín en Chile, noviembre de 1969.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=