Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 207 miliares que lo acompañaron en diferentes etapas de su vida. René fue siempre muy inestable en sus relaciones de pareja. Se casó muy joven con Carmen Soto a quien conocí en los años de univer- sidad y con quien tuvo tres hijos. A los dos hijos mayores los conocí y tuve buenas relaciones con René Jr. por su actividad en que se ha destacado y ha llegado a ser un requerido director de cine y video haciendo comerciales y documentales. Entiendo que tempranamente René se separó de Carmen y cuando lo vine a encontrar en Caracas me contó de sus nuevas parejas, una saliendo de Chile con quien tuvo una niña y un chico. Luego en Venezuela se emparejó con Maritza con la cual tuvo tres niñas, en total, cinco hijos en esa etapa. En su regreso a Chile trajo a su compañera venezolana y vivió va- rios años con ella en la época que trabajó conmigo. Entiendo que Maritza años después regresó a Venezuela con sus hijas. Santa Cruz de la Sierra y Arica Después de abandonar nuevamente la capital alrededor de 1996, inició otra relación con una nueva pareja con quien vivió inicial- mente en Arica para posteriormente partir a probar suerte a Boli- via, tuve contactos esporádicos con él cuando estuvo viviendo en Santa Cruz de la Sierra. Esta compañera, Stefanía fue su última pareja con quien tuvo otros tres hijos: Daniela, Gabriela, Saulo, más Roberto, hijo de su pareja. Con esta familia vivió sus últimos años. Mientras residió en Santa Cruz daba clases en una universidad y al regresar a Arica también trabajó como académico. Su segundo regreso al puerto nortino fue a instancias del apoyo que le brindó el compañero de curso Francisco Cataldo, periodista y luego abogado, que se radicó en la ciudad de la eterna primavera, todo esto último corroborado por Gustavo González, nuestro ami- go y colega de la Escuela de Periodismo. Gustavo lo recuerda así: “En 1967 yo estaba en el segundo año. Aunque René no era un militante muy activo, trabajamos juntos en la base de la Juventud Comunista. Siempre lo vi como un tipo alegre, de un gran sentido del humor y un desplante casi arrollador, carente de timidez. Era casi la antítesis de los militantes comunis- tas serios y enclaustrados en sí mismos. Más tarde trabajamos juntos entre 1970 y 1971 en la Radio de la Universidad Técnica del Estado, donde René oficiaba de reportero y también de locutor de noticias, gracias a su privilegiada voz”. Agrega Gustavo: “Después del golpe, nos encontramos en Quito, cuando René iba camino a Venezuela, acompañado de su joven pareja, cuyo nombre no recuerdo.Vino después el reencuentro en Chile, tras el fin de la dictadura”. “En marzo de 2016 viajamos a Perú, con Annie, mi esposa –con- tinúa Gustavo– tomamos un avión hasta Arica, desde donde atra- vesamos por tierra a Tacna y seguimos viaje en bus a Arequipa. A nuestro regreso nos reunimos en una grata cena con René y Fran- cisco Cataldo. René contaba orgulloso que a los 60 años había vuel- to a ser padre y expresaba una enorme gratitud hacia Francisco, que le había conseguido empleo en la universidad cuando regresó a Chile desde Bolivia. Aunque mantenía su buen humor y su ca- rácter parlanchín, se le notaba avejentado, con mucho sobrepeso y problemas de visión. Como siempre, acordamos con él y Francisco un nuevo encuentro, que nunca se produjo”. Foto de la “Generación 1967”. René, en primer plano, al centro, junto a Sebastiano Bertolone y Rigoberto Carvajal.

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