Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
206 menos que por 61 años. Compartimos nuestros sue- ños de juventud y de pronto nos dejamos de ver. Y…¡oh sorpresa!: 1967 y nos volvi- mos a encontrar, esta vez en la Escuela de Periodismo de la U, ambos ya caminando por sobre los 25 años. Nuevamente nos correspon- dió compartir los agitados años de fines de los 60 y el período previo a la esperan- zadora llegada de Salvador Allende al poder. Todo este acontecer durante nuestro paso por la Escuela de Periodismo en la calle Los Aromos hasta finales de 1971. Con posterioridad nos vimos durante el gobierno de Allende que nos llenaba de esperanzas y felicidad. Pero todo se interrumpió abruptamente con el fatídico Golpe de Estado y la dictadura mili- tar nos alejó inevitablemente. Reencuentro en Caracas René, que se identificaba entonces con el Partido Comunista, tomó la determinación y partió fuera de Chile y yo también apresurada- mente abandoné el país a fines de 1973. El tiempo sin pausa fluye y llega el año 1979 cuando nos volvimos a encontrar, esta vez en Caracas, ambos exiliados. Yo tuve más suerte y comencé una etapa con un trabajo promete- dor en la capital venezolana. Un nuevo desaf ío que me impulsó a conocer las modernas tecnologías que juegan un rol importante en el desarrollo de la televisión profesional. A fines de 1980, residiendo en Venezuela yo ya soñaba con regre- sar a Chile, tenía una buena posición ejecutiva en una empresa de generosos amigos venezolanos. Tenté a René para se viniera a trabajar conmigo y aceptó el reto. En 1981 decidí regresar al país y los dueños de la empresa enfren- taban un problema. ¿Quién seguiría a cargo de la compañía que yo conducía desde hace un par de años? Entonces recomendé a René. “Es mi amigo de muchos años y conf ío en él”, les dije. René entonces asumió el desaf ío y permaneció en Venezuela con su nuevo cargo y su nueva familia. Una más entre las tantas que le conocí. Varios años después, a mediados de los 90, de nuevo me encontré con él, esta vez ya en Santiago y lo volví a invitar a trabajar conmi- go. Estuvo un par de años y su permanente inquietud por buscar nuevas alternativas lo llevó a partir una vez más. Ahora debieron pasar otros 15 años más o menos en que supe muy poco sobre René. Su hijo mayor, René Jr., que estaba ligado al me- dio audiovisual, me fue alimentando en ese tiempo con noticias de mi querido y recordado amigo. Y ya en los últimos años esporádicamente sabía de él, hasta que la certera idea de crear el chat con los compañeros de la Generación 1967 de Periodismo nos volvió a encontrar. Nos lanzamos tallas a través de WhatsApp y con cariño recor- damos todos los largos años que nos conocimos, hasta que debí asumir la gran tristeza de ver partir a este amigo que compar- tió parte importante de mi vida. René, no te olvidaré, querido compañero, siempre estarán conmigo tus opiniones, tus bro- mas y tu fortaleza para enfrentar siempre la vida. Reflexionando acerca de su aventurada vida, creo que esa in- variable actitud de una búsqueda constante que lo caracterizó quizás le proporcionó satisfacciones, pero no cabe duda que también le trajo momentos dif íciles de inseguridad para los fa- René, joven galán. Años 60.
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