Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 203 Se casaron el 22 de noviembre de 1968 y nunca más se separaron hasta la muerte de Mónica, en mayo de 2020, después de años de vivir con Alzheimer en los que Raúl Muñoz nunca se separó de ella. Raúl y Mónica “Le gustaba estar en familia”, recuerda Marisol, “no le gustaba ir a otros lugares, le gustaba estar en casa, los animales eran su fascina- ción, tenía una gata, la Pitufa, que era su gata adorada, le gustaba mucho cocinar y le gustaba manifestarse o demostrar el cariño, en- tonces tenía que buscar otras maneras de demostrarlo, no le salía fácil. Mi mamá lo lograba. Con mi mamá era siempre muy de deta- lles, como esas cosas, le encantaba cocinar. Quería muchísimo a mi mamá, muchísimo, cuando mi mamá se enfermó para él fue como que se le cayó el mundo, creo que después de eso nunca logró recu- perarse cien por ciento con la enfermedad de mi mamá”. De hecho, Raúl Muñoz falleció sólo un año después de Mónica. Los últimos fueron años dif íciles para él, no sólo por la enferme- dad de su esposa, sino también por el desconcierto que le provoca- ba lo que estaba sucediendo en Chile. Si bien no era una persona de derecha, recuerda su hija, sino más bien de centroizquierda, estaba “preocupado, como que supongo se imaginaba un poco de volver a esta época de los setenta, de guerra interna sin ser una guerra civil, porque siempre decía: «no quiero que esto termine en una guerra civil porque si pasa nos vamos al carajo». Estaba como complicado con todo esto, «no sé para dónde va toda esta cuestión», decía. Era un tipo al que le gustaba estudiar todo, no era cerrado de mente, es- cuchaba todas las opiniones y se hacía una opinión propia. Cuando falleció decíamos: «yo creo que él se quiso ir porque mi mamá lo estaba esperando arriba, onda vente para acá, hace mucho tiempo que no nos vemos», y lo otro era esto que no quería ver qué pasaba después, no quería, estaba muy complicado”. Pero también fueron años de una felicidad muy intensa en la que pudo convivir con la naturaleza, algo que quiso hacer de forma in- tensiva toda su vida. Marisol lo dice con una sonrisa: “los últimos años era feliz en el campo, feliz, feliz. Mucho de dedicarse a sus ar- bolitos, tenía muchos frutales, su huerta maravillosa, llena de fru- tas y vegetales. Me decía «no tengo que ir a la feria porque tengo todo en casa». Antes tuvo una casa en Lican Ray, también la ama- ba, le encantaba el sur, la lluvia, era muy solitario. Se sentía pleno, allá encontró un perrito, lo adoptó, se lo trajo a Santiago, le gustaba arreglar la casa, hacer cosas en la casa, no siempre le resultaba pero lo intentaba. Eso era su vida plena, te diría yo”. Recuerdos de sus alumnos En el grupo de Facebook donde confluyen diferentes generaciones de estudiantes de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile lo recuerdan así: Encuentro con exalumnas/os de la Escuela. Raúl Muñoz y su gran familia.
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