Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
202 mos muy escasamente, quizás nada, fuera de sala de clases, de sus enseñanzas y del respeto que nos provocaba. Amante de la naturaleza y su familia Yo misma comencé esta búsqueda queriendo contar la historia de una persona estricta, seria y castigadora con la que yo tuve la suer- te extraordinaria de tener una relación cercana que sólo puedo ase- mejar a la de un padre con una hija durante mis años de estudiante y su ayudante por cinco años en Periodismo. Pero lo que quiero contar ahora es que, más allá de la caricatura, ese otro era verda- deramente el profesor que hoy recordamos, un bonachón de risa fácil, amante de la naturaleza y de su familia, tímido, reflexivo y salvador de perros y gatos con los que siempre llenó su casa. Raúl Enrique Muñoz Chaut nació en San Fernando el 15 de julio de 1943. Era profesor de Estado en Castellano y periodista de la Universidad de Chile. También magíster en Lingüística de la Uni- versidad Católica de Chile. Comenzó su carrera en la Universidad de Chile en 1966, cuando ingresó como ayudante en la cátedra de Redacción. Si bien fue exonerado por la dictadura el 28 de enero de 1974, momento en que junto a otros académicos de la Escuela, como Camilo Taufic y Anselmo Sule, fue expulsado por, entre otras cosas, “abandonar la función universitaria al dar a la docencia un carácter unilateral y concientizador”, pudo regresar e incluso fundó el Magíster en Co- municación Social, el primero en Chile. Entre 1993 y 1996 asumió como académico de tiempo completo en la Universidad Santo Tomás, donde llegó a convertirse en decano de la Facultad de Artes y Ciencias de la Comunicación. A la Universi- dad de Chile volvió de lleno en 1997 hasta su jubilación en 2009. Como decía, si bien la suya fue una vida entera dedicada al lengua- je, a enseñar a otros a escribir, a no andar a patadas con las comas, la cuenta que hoy saco es que si bien enseñar era una pasión, su verdadera vida y su corazón estaban en otra parte. De hecho, reflexiona hoy su hija Marisol Muñoz, doctora en el hos- pital Luis Calvo Mackenna, si bien una de las imágenes que des- criben a su padre era la de alguien encerrado corrigiendo la mayor parte del tiempo, nunca hablaba de sus estudiantes, escasamente se refería a su trabajo y mucho menos hacía alusión a su título como el profesor más aterrador de la Escuela de Periodismo. No, lo suyo eran sus hijos (además de Marisol fue padre de Loreto, profesora de inglés, y Alonso, ingeniero), sus múltiples animales y sus plan- tas y jardines. Pero, sobre todo, su vida era su mujer, Mónica Cury Urzúa, exacadémica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Uni- versidad de Santiago de Chile. De vacaciones en Paraguay.
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