Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 201 Raúl Muñoz Chaut UNA VIDA DEDICADA AL LENGUAJE Por Jennifer Abate Cruces “¿Cuál es su palabra favorita? La mía es susurro”, les decía más de una vez Raúl Muñoz a sus estudiantes de primer año en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Y la pronunciaba como “susssurrro”, remarcando las eses y las erres, y luego de lanzarla al aire con su vozarrón de hombre gigante profería una risotada y se- guía con los sujetos y predicados, con la necesidad de enseñarnos a escribir “como la gente”. Debe haber sido de las pocas sonrisas que lograba sacar en una clase en la que muchos, probablemente la mayoría, le temían como a la muerte. Redacción Periodística era el curso estrella, el “corta- cabezas” del primer año de la carrera de Periodismo, como recuer- dan todos aquellos que tuvieron que rendir el curso por segunda vez o que advertían con orgullo que habían sido capaces de superar la exigente evaluación de “Atila, el rey de los (h)unos”, como señala hoy el periodista Pedro Pablo Guerrero, que lo conocía en el cole- gio San Ignacio, al que dedicó una parte importante de su vida. Se me viene a la cabeza ese detalle ahora porque me llama la aten- ción la alegoría tan accesoria, quizás impropia de una persona fa- nática del orden y la estructura, de la planificación y el rigor. La única respuesta que se me ocurre hoy frente a esa interrogante es que Raúl Muñoz amaba el lenguaje. De hecho, creo que todos pen- sábamos que era lo único que amaba en serio porque lo conocía- Con su esposa, Mónica Cury.
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