Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 199 “¿Viviendo aceleradamente de los recuerdos, ah”? Y siguió caminando rápido. Cuando regresó la democracia, todos nos fuimos enterando paula- tinamente de las suertes corridas en los años duros. Toño se había convertido en un, lógicamente, exitoso académico en el área de Pu- blicidad en la Universidad Diego Portales y más tarde en la Univer- sidad Central, carreras que fundó y dirigió en ambas instituciones, junto con desempeñarse con su cada vez más notoria capacidad en la importante agencia Walter Thompson, donde también llegó a ejercer altas responsabilidades. Fueron sus mayores éxitos profesionales, luego de que décadas antes había dado los primeros pasos reporteriles en la Revista del Domingo de El Mercurio y en diversos programas de radio y tele- visión. “TV Tiempo” de TVN, “El Termómetro” de Chilevisión, el noticiero de La Red, “Historia de las Calles” de radio Agricultura, y “Música y Músicos” en radio Beethoven, fueron algunos de los espacios que contaron con su participación. Además, y estomerece párrafo aparte, como voluntario de Bombe- ros durante más de medio siglo, fue autor del libro “Vidas de Fuego. 150 años del Cuerpo de Bomberos de Santiago”, obra que, debido a su calidad visual y contenido histórico, fue ingresada a la Biblio- teca Nacional de Francia François Mitterrand. La publicación es el resultado de un año de investigación que contiene historias hu- manas, la evolución tecnológica de la institución y destaca a bom- beros que realizaron importantes aportes al país en las distintas épocas que abarca el relato. Manifestó Toño en aquella aplaudida oportunidad: “Fue un momento tremendamente emocionante ya que este traba- jo se me encargó en mi calidad de voluntario de la institución para celebrar el siglo y medio de existencia, contiene material inédito tanto documental como fotográfico”. Quizás esta imagen de investigador a puertas cerradas y con dedi- cación absoluta, sea la que se le pegó en la retina a su nieta Aman- da, tan historiadora como su abuelo, para señalar en esta semblan- za que le solicitamos: “Nuestra entrañable noósfera” “Amanda, ¿te das cuenta de esto?” “¿De qué cosa?” “Se formó una noósfera”. “Aquella palabra de origen griego era la que mi Tata utilizaba para describir una atmósfera de conocimiento. Quiero trans- portarlos al ambiente en el que él se movía. Una mesa de made- ra en la que descansaban múltiples tazas de café, decenas de li- bros reposando sobre filas de estanterías hasta el techo, música del barroco, las manos de mi abuelo dirigiendo con tanta gracia a su orquesta invisible. Sus largas conversaciones, con las que sentías que los límites de tiempo y espacio se desintegraban, viajando por distintos tiempos históricos y espacios geográficos en sólo un par de horas. “Aquél era mi lugar favorito en el mundo. Él, mi Tata, mi per- sona favorita. Sus muecas, su constante oscilación entre el es- pañol y el inglés británico, la alegría que fluía desde sus dedos a las cuerdas de la guitarra, con un repertorio que iluminaba cualquier reunión. No obstante, lo que más me marcó fue su Con su hijo menor, Vicente Márquez Pualuan.
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