Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
194 graves. Movió todos sus contactos, telefoneó a médicos del colegio de la Orden y una enorme cantidad de personas, pero fue imposi- ble, porque había una orden superior, que no permitió su traslado, y Rodrigo falleció en la Posta Central de Santiago». “Manola entregó con dolor esta información a los millones de au- ditores del país. A los pocos días cayó enferma, dice su hija. «Real- mente, ella pagó costos altos en su salud, e incluso puso en riesgo su vida frente a las censuras que sufría Radio Cooperativa. Ella hizo un periodismo comprometido, veraz, ético, que impidió se per- petraran muchos atropellos, al denunciar a tiempo lo que estaba ocurriendo. Ella le salvó la vida a mucha gente. Una de las tantas historias que supe durante su velatorio, a través de un mensaje por Twitter, fue que denunció una represión en un liceo de Santiago y que salvó la vida a tres estudiantes. La persona que me escribió era la esposa de uno de los estudiantes en ese tiempo, quien después se transformó en su marido», cuenta”. Manola, la amiga Para Marcia Pineda, colega y amiga muy cercana con la cual disfru- tó varias vacaciones, su muerte fue un golpee atronador. “Cuando supe que la gran Manola Robles había partido de esta tierra, no podía casi sostenerme en pie. Con ella se iba parte importante de la vida de este extraño país, el cual supo disfrutar aun en tiempos tan dif íciles. Un país que la amó y que no la va a olvidar. Un país que tiene en ella un ejemplo del buen periodismo, ese que no busca aplausos, que deja hablar a los verdaderos protagonistas. Esa era la profesional que dejaba de existir”. Marcia Pineda lleva en su memoria momentos inolvidables de una linda amistad que se forjó en tiempos muy dif íciles, de mucha os- curidad y miedo. “Y en esos tiempos negros, la Manola brillaba”, acota. Se conocieron en el año 1983, año en que la Chica Robles, como le llamaban sus amigos/as, además de ser reportera de radio Coope- rativa, escribía para revista Apsi. “La Manola era incansable, siem- pre estaba donde la noticia estallaba o estaba a punto de hacerlo. Tenía esa rara habilidad de anticiparse a los hechos, lo que hacía que su trabajo siempre, permanentemente, fuera reconocido como de excelencia. Sea por la profundidad de sus análisis o lo correcto de sus datos. Que yo recuerde, nunca fue desmentida. Al regre- sar del exilio, arrendamos un departamento como a media cuadra de su hogar en la calle Lira. Aún no la conocía, había oído de ella. Era famosa por sus grandes ojos oscuros y por su voz llamando en Radio Cooperativa. Nos conocimos y empatizamos de inmediato. Volvía de mi exilio en Cuba, con mi esposo y dos niños a cues- tas. En esos tiempos, no cualquiera se acercaba a dos retornados, menos de Cuba. Para la dictadura debíamos ser dos «guerrilleros». Ella me confesó después que lo habían conversado con su marido y decidieron ser nuestros amigos. Todo un riesgo para ellos. Me confidenció además que fue detenida por agentes de seguridad del régimen de Pinochet y que estuvo eternamente agradecida de los directivos de su radio, que movieron cielo y tierra para lograr su liberación”. Más tarde ambas se encontraron trabajando en revista Cauce don- de Manola escribía casi con lágrimas sus informes sobre el PEM y el POJH, la triste realidad que Chile vivía, señala Marcia. En sus recuerdos también asoman unas bellas vacaciones que como fami- lias compartieron en la costa, donde no faltaron risas y encuentros con otros compañeros de oficio, entre ellos el famoso periodista en los años del gobierno de Salvador Allende, el Vitoco Vio, que, dice, Manola: un look juvenil y su inseparable grabadora.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=