Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 189 Los comics y una gran novela negra Bajo el seudónimo de El Giotto (el florentino pintor, muralista, es- cultor y arquitecto, uno de los protagonistas del Renacimiento) co- laboró en la revista opositora Cauce, con su historieta El Kiosco caracterizada por punzantes viñetas contra la dictadura. Yo era Jefe de Informaciones de la mencionada revista y debía reci- bir sus trabajos. Fue una grata labor que nos permitía reírnos de los avatares de la contingencia y acudir a míticos lugares como el Pit Bar donde departíamos en ocasiones con aquellas chicas de siem- pre jamás. En una de esas jornadas, nos mostró, entre sus típicas carcajadas, un ejemplar de la revista argentina Fierro , donde titula- ron “Dos chilenos, uno Gay” en respuesta a cartas enviadas por él y otro compatriota. Su legado literario incluye a “Capitán Garra”, novela gráfica de am- bientación histórica compuesta por dos tomos (“Los lobos del de- sierto” y “Morirás en la Frontera”) cuyo protagonista es Joaquín García, un héroe de la Guerra del Pacífico que guarda alguna seme- janza –a guisa de tributo– con Corto Maltés, el célebre personaje creado por Hugo Pratt. Esta obra, en particular, fue muy querida por Gai y trabajó varios años en ella con grafito y tiralíneas, porque “hice los dibujos a la an- tigua, sin recurrir a la tecnología computacional”, según confesó en el programa “Viñetas del fin del mundo” de Carlos Reyes (Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=vWeFO4onltE) . “Capitán Garra, es hora de morir capitán” así tituló Gai a la tercera parte de la saga, la que nunca llegó a publicar porque sucumbió ante un cáncer de médula luego de cuatro años de lucha. En la revista de cine Enfoque , número 8, “La última de Sam” – en una página de nueve viñetas– se dio el lujo de incorporar a los hermanos Marx, Laurel y Hardy, ET, John Wayne, Superman, Frankestein, al ratón Mickey, al pianista Sam, a Humphrey Bo- gart y a Orson Welles. En esa publicación también supo incluir notables caricaturas de William Faulkner y Erguei Einstein. Cu- riosamente todos esos trabajos llevan su firma, tal vez un guiño a su declarado fervor por el Sép- timo Arte. Pudo ser que la clásica película de cine negro El Tercer Hom- bre (protagonizada por Orson Welles, con guion de Graham Green) motivara a Gai hacia el género policial y lo condujera a escribir “Las Manos al fuego”. En su obra “Canon, cenizas y diamantes de la narrativa chilena” el mismo Camilo Marks define a “Las manos al fuego” como “La me- jor novela policial que se ha escrito en Chile. Compleja, bien cons- truida, de real calidad literaria –y, en consecuencia, de un estilo que refleja el tono anárquico, poético, a veces subversivo y paranoico de estos relatos– la historia no palidece al lado de los clásicos nortea- mericanos que evoca: Chandler, Highsmith, Hammet, Woolrich. Gai evita toda concesión, huye del cliché, sorprende, elabora una trama sutil, colmada de equívocos, donde cualquiera definición del bien o el mal, cualquiera posibilidad de exponer a los personajes en términos claros –malvados, crueles, generosos, altruistas– se halla excluida desde la primera hasta la última página del relato”. Incluso el autor incorpora un párrafo de Raymond Chandler, a modo de introducción de su novela, extraído de la obra Play Back del escritor estadounidense. El libro recibió el Premio “José Nuez Martín” de la Facultad de Letras de la Universidad Católica como “Mejor novela editada en el período 2005-2006”. Otro aporte de Gai fue la historieta Ñoñobáñez, publicada desde 1982 hasta el 2000 bajo el seudónimo Malatesta (el gran anarquista italiano). En ella se permitió una licencia inusual al caricaturizar a varios de los periodistas de LUN en una conferencia de prensa del entrenador de la Roja al regreso de un nuevo fracaso en Ecuador. En ella figuran Alejandro Darío Molina, Miguel Merello, Raúl Me- rino, Hércules Zamorano, María Angélica Rivera, Mónica Guerra, el “Flaco” Kossak, Pedro Soto, Daniel Matas, Manuel Sepúlveda y el autor de estas líneas, cada cual formulando a Luis Santibáñez una pregunta que reflejaba con precisión su personalidad. El adolescente liceano José Gai.
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