Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
188 El doble fusilamiento La condena a la pena capital de los carabineros Carlos Topp Co- llins y Jorge Sagredo Pizarro –culpables de diez asesinatos y cuatro violaciones, que se cumplió en la madrugada del 29 de enero de 1985 en el penal de Quillota– confirmó la capacidad de Pepe para acometer importantes funciones en forma casi simultánea. La crónica del suceso debía escribirla, como enviado especial, el editor de Policía (el removido ex editor nocturno). El hombre abu- só de la previa y, debido a su avanzado estado etílico, Gendarmería le vedó el ingreso al penal. Por fortuna para las Últimas Noticias, la jefatura también había mandado a José Gai, como ilustrador, ya que el extraño reglamento no permitía el ingreso de fotógrafos. De manera tal que debió arreglárselas para reportear e ilustrar la úl- tima de las ejecuciones efectuadas en Chile, por cuanto la pena máxima, instaurada en 1875, fue abolida en el 2001. “El rito espeluznante” se tituló la crónica de José Gai, catalogada por muchos como la mejor nota periodística sobre la doble eje- cución. Tras la descarga de los 16 fusileros, el autor describe así la escena: “Pero todo no había terminado. El rito todavía tenía una prolon- gación dolorosa. Ambos fusilados presentan signos vitales. Topp aspira dos o tres veces. Uno de los doctores se acerca a examinarlo. Finalmente constata su muerte. Pero su colega sigue examinando a Sagredo. Le levantan la cabeza y le pulsan la yugular. La cabeza cae hacia adelante y salen cuajarones de sangre por su boca. Se repite el examen y la cabeza del fusilado vuelve a caer. Tras seis minutos que parecen eternos los médicos constatan su muerte. El alba empieza a despuntar. Es otro día de vida para muchos. Pero para todos los protagonistas y partícipes de lo que acaba de suceder, un pedazo de esa vida quedó tras las rejas”. “Los reporteros tratan de reanimarse –concluye Gai– y conversan sobre la experiencia. Se habla sobre la validez de la pena de muerte. Es un error, opina uno. Y un horror, agrega otro”. En ocasiones conversé con Pepe respecto al macabro suceso y me confesó que lo había afectado profundamente. Supe entenderlo, ya que, dada su sensibilidad de artista, el impacto debió ser muy fuerte al presenciar ese brutal acto de represalia perpetrado por el Estado chileno. También hablamos sobre la imprecisión de los fusileros. Ambos ejecutados no fallecieron de inmediato, pese a que los gendarmes abrieron fuego a pocos metros, sobre blancos inmóviles, con un disco rojo colocado a la altura de sus corazones. Concluimos que se debió en parte al nerviosismo y también al arma utilizada: me- tralletas UZI. Pero no pudimos dilucidar la razón del uso de seme- jante armamento, bastante inadecuado para fusilamientos. Años más tarde, en su libro “Punto de Fuga”, el exdirector de Gen- darmería Claudio Martínez, aclaró el punto. Señaló que Pinochet despojó a Gendarmería de sus armas largas, las que fueron reem- plazados por las citadas UZI, de fabricación israelí, precarias en cuanto a precisión y muy inferiores a los confiables fusiles suizos fabricados por la Schweizerische Industrie Geselllschaft. La deci- sión del dictador –según Martínez– se debió a su sorpresa durante la Parada Militar de 1974, al contemplar el desfile de un cuerpo dotado de armas de guerra, ajeno a las Fuerzas Armadas y a Cara- bineros. Edición nocturna de LUN. De izquierda a derecha: Ricardo Downey, Ariel Poblete, Fernando Soto, José Gai y Hugo Pacheco en un cumpleaños. Los insumos del “vituperio” eran encargados al tradicional Chez Henry.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=