Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 185 Ricardo integró el Secretariado del comité regional Centro (Col- chagua, Curicó y Talca) y estuvo a un tris, después del golpe mili- tar, de integrar el Comité Central del MIR, ya estructurado como un partido llamado a ser “la vanguardia de la vanguardia” de la re- volución. Y María Clara se convirtió en 1972 en secretaria política del Co- mité Local Colchagua de la organización, por decisión de los mili- tantes. Tras el 11 de septiembre de 1973 continúa su labor política de for- ma clandestina, pero el 15 de octubre es capturada en Santiago, junto a Ricardo, delatados por un exmilitante devenido en colabo- rador de la dictadura. María Clara es trasladada a Rancagua, donde responde con silen- cio a los interrogatorios bajo tortura y a las demás condiciones in- humanas que tantos compañeros y compañeras debieron afrontar en esos tiempos aciagos. “Paula”, como se la conocía en el MIR, permanece seis meses como prisionera política en la cárcel de mujeres El Buen Pastor, de Rancagua. En ese período constata que está embarazada. Es sometida a un consejo de guerra que, impotente para acusarla de nada se resigna a propinar un golpe de autoridad y la condena a “arresto domiciliario indefinido”, que cumple en la casa de sus padres, en Santiago. El 9 de julio nace su hija Paula –nombre predestinado–. Antes y después, María Clara estaba reintegrada a la resistencia con- tra la dictadura. Ricardo, conocido como “Abel” en el MIR, es condenado a 20 años de prisión por un tribunal militar de San Fernando. María Clara gestiona y consigue una invitación del Gobierno de Holanda para conmutar la prisión por la extradición. Expulsión de Chile y exilio. María Clara opta por acompañarlo. La localidad de Leiden, cercana a Amsterdam, se convirtió en su nuevo hogar desde el 30 de diciembre de 1975. En 1977 nace su se- gunda hija, Natalie. La municipalidad de Leiden los acoge como re- fugiados políticos y se integran al Chili Front Leiden, organización que impulsa la solidaridad con la resistencia chilena. María Clara participa en la reorganización del MIR en el exterior y comienza a estudiar Psicología en la Universidad de Leiden. En 1984 nace Alexis, el tercer hijo de María Clara y Ricardo y ella abandona la carrera para dedicar todos sus esfuerzos al movimien- to de solidaridad con Chile y al cuidado de sus hijos. Sus hijos y más tarde sus nietos eran su tesoro más preciado. Así fue hasta que el 4 de julio de 2015 emprendió el gran viaje. “Nuestros hijos y yo decidimos dejarla ir cuando los médicos del hospital de Leiden nos explicaron que no podrían recuperarla, sino solamente prolongarle la vida por un tiempo muy limitado”, llora Ricardo, mi amigo, mi hermano. María Clara había sido operada del intestino. Le extrajeron 60 cen- tímetros. “A partir de la operación le comenzaron a atacar diversas complicaciones muy extrañas, especialmente una combinación de coágulos en diversos órganos, principalmente en el hígado y los pulmones, además de hemorragias internas”, nos cuenta. La familia autorizó la apertura de una investigación que determi- nara las causas de su muerte y varios meses después supo los re- sultados. María Clara falleció a causa de una forma muy particular de cirrosis, que no tiene que ver con el consumo de alcohol y que hasta ahora es imposible de descubrir salvo en una autopsia. Los médicos dejaron en claro a la familia que en ningún caso habrían podido detectarla, pues todos los órganos de nuestra compañera, y especialmente el hígado, funcionaban perfectamente hasta el mo- mento de la operación. El 11 de julio de 2015, el cuerpo de María Clara fue incinerado en Leiden. En la ceremonia, a la que asistieron familiares y amigos, algunos tras viajar desde Chile, Italia o Francia, Ricardo reveló ha- ber sentido la presencia f ísica de su compañera unas noches atrás, en su casa. “Me estoy volviendo loco o María Clara quiso hacerme sentir que está todavía con nosotros, nos mira y nos escucha”. Sin haber creído jamás en la otra vida, en el cielo o el infierno, Ri- cardo decidió no despedirse de la Flaca. “De vez en cuando conti-

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