Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 179 En calle Los Aromos Max Laulié, periodista de la generación de los “Planetarios” (año 1966), recuerda que en la Escuela de calle Los Aromos nació la amistad de un grupo del que formó parte junto a Lucho, Víctor Hugo Albornoz (tempranamente fallecido), José Pepe Campos y “la entrañable Elide Balocchi”. Patricia Scholz a su vez recuerda a Lucho como parte de “un mini grupo de compañeros en que estaban Víctor Hugo, de ojos verdes intensos, y Pepe Campos, que tomaba unos apuntes maravillosos”. Max destaca que “siempre existió un gran respeto entre nosotros, aunque a veces las discusiones eran acaloradas pues pertenecía- mos a distintos partidos y movimientos políticos”. Precisa Patricia: “Lucho manifestaba en forma muy clara y valiente su posición, dando siempre buenos argumentos en las discusiones “. Y confiesa: “Pololeamos un tiempo y compartimos muchos mo- mentos especiales y entretenidos, intentando arreglar el mundo con teorías profundas, análisis minuciosos, discrepancias impor- tantes y acuerdos increíbles. Era una persona abierta, amable, sim- pática, ingeniosa e inteligente…con unas pestañas muy largas”. Para Max, rasgos distintivos de Lucho eran su trato afable y amis- toso, su alegría de vivir, fino humor y consecuencia política. Y recuerda: “Nun- ca dejamos de vernos durante la carrera y, después también, nos juntábamos y departíamos sobre nuestras experien- cias, incluso con nuestras familias y en nuestras casas”. Pepe Campos, acota que el joven estudiante de periodismo era galante, dotado de “un humor especial, casi ingenuo, que atraía a todos los que nos relacionábamos con él”. Paty agrega: “Siempre me sorprendió su capacidad de análisis, su mirada aguda y certera, y ese toque humorístico encantador.” Continúa Cristina Alarcón el retrato de su padre: “El Buchi es parte de aquella generación del hombre nuevo, que creía que el ser humano no es solamente producto de la historia, sino también es aquel que la hace. Como muchos otros estudian- tes participa a fines de los años 60 de los trabajos voluntarios or- ganizados por la Universidad de Chile, y allí, en tierras mapuche, mientras alfabetizaba a niños y adultos, se enamora de su eterna compañera, Patricia (López Stewart), estudiante de Pedagogía del glorioso Instituto Pedagógico”. Sobre su ejercicio profesional, señala: “Los «mil días que estreme- cieron a Chile» lo encuentran trabajando como periodista y cama- rógrafo del Departamento de Prensa de Televisión Nacional, dirigi- do por José Miguel Varas. Lucho era también director del sindicato en el Canal. Fueron (creo que alguna vez me lo dijo), los días más felices e intensos de su vida, aunque signados por la conciencia que los mismos de siempre impondrían tarde o temprano el terror por cielo, mar y tierra”. Camarógrafo de prensa A Lucho le correspondía cubrir La Moneda, en equipo con la pe- riodista Gilda Rolleri y el ayudante de camarógrafoDagobertoQui- jada, el Marino. Yo cubría Economía para prensa del mismo canal. Converso ahora con Gilda, que revive esos tiempos mágicos: “Con Lucho hicimos muchas notas junto al Marino, que debía llevar una grabado- ra enorme de un lugar a otro, día a día, y nota a nota. Eran la dupla perfecta, con gran respeto entre ambos. Lucho era un tremendo profesional: serio, concentra- do, de gran amabilidad y compromiso. Muchas veces él y yo nos trasladamos en su vehículo personal, ¿te acuerdas? era un huevo; de esos autitos pequeños donde cabíamos apenas, apretados por las calles de Santiago. Yo estaba gorda, embaraza- da de mi hija, ¡imagínate cuanto nos reía- Con Patricia, su esposa, y la hija Cristina.

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