Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
168 El retorno Después que fue liberado vino la cesantía, su trabajo en la cons- trucción y, nuevamente el periodismo, su gran pasión. La agencia Orbe, el diario La Tercera , la distinción como reportero policial por parte de la Policía de Investigaciones el año 1978 (fue la prime- ra vez que la institución premió a un periodista) y, finalmente, el diario La Segunda como editor de Policía y Tribunales, cargo que ejerció los 24 años que estuvo en el vespertino. “Durante años, cada tarde solía verse a Víctor Hugo Albornoz pa- seando por el largo pasillo de la Corte flanqueado por los dos Pinto, Óscar y Marcelo. Después del despacho de La Segunda , Albornoz iba al centro a conversar con sus periodistas. Los tres eran un equi- po de temer”, señala Pablo Vergara, periodista de la Universidad de Chile y editor general de The Clinic en un extenso reportaje sobre el periodismo policial y de tribunales, publicado por ese semanario. “El viejo de los ojos azules” le decía el sargento Mora, del Departa- mento de Comunicaciones de Carabineros, que admiraba su impe- cable presentación, forma de vestir, “sus camisas siempre blanquísi- mas” y su pelo que, tempranamente, empezó a encanecer dándole un aspecto muy atractivo y destacando no sólo el color de sus ojos sino, también, su mirada. Atrás había quedado el Negro Albornoz de la escuela, y el periodista de las chaquetas de mezclilla y beatles negros que usaba en sus reporteos policiales. Los años 80 fueron años de mucha tensión en los tribunales, de mucho desgaste. Fue la década, en plena dictadura, en que comen- zaron a surgir los casos más emblemáticos vinculados con dere- chos humanos. Si en los 70 se relacionó mayoritariamente con delincuentes, homicidas y detectives, en la década que siguió sus principales fuentes fueron abogados y jueces. En un diario como La Segunda , de derecha absoluta, no era tan fácil jugársela por la información. Era la lucha diaria, agotadora. Desde la siete de la mañana que salía de la casa, hasta pasadas las nueve de la noche en que volvía bastante agotado, pero, a veces, muy satisfecho. En los años 90, con el retorno de la democracia, el trabajo en Tri- bunales se hizo cada vez más intenso y extenso, pero se ampliaron también las posibilidades de informar. Por mucho tiempo el diario La Segunda, era el medio que “pauteaba” a los demás medios y para eso había que trabajar muy duro. A comienzos del 2000 la idea de descansar y, por fin, alcanzar la paz y disfrutar en su casa, ya estaba instalada. Sólo faltaba que el menor de nuestros hijos –tuvimos tres– terminara la universidad. El año 2005 decidió jubilar por anticipado. Para algunos habría sido temprano, pero él estaba cansado. La verdad es que, además del trabajo, nunca dejó de cargar la mochila que le dejó el golpe. Ju- biló a los 60 años. “Es que no me quiero morir trabajando”, me dijo el día que me comunicó su decisión. Diez años después, el 9 de septiembre de 2015, a dos días de un nuevo aniversario del golpe de estado, y a sólo 18 días de su cum- pleaños número 71, se fue silenciosa y dulcemente. Víctor Hugo Albornoz Soto, periodista de la generación Mario Planet, nuestro compañero, mi marido, se durmió para siempre, pasadas las 10 de la mañana. En plena labor periodística. Un gran reportero policial.
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